Constanza Peterlini: Mi nombre es Rachel Corrie


La breve vida de Rachel Corrie

“Que la gente escuche, sienta, se enoje, se emocione, se subleve”. Así sintetiza Constanza Peterlini sus expectativas cada vez que se pone en la piel de Rachel Corrie, una joven que vivió y murió por una causa. Mi nombre es Rachel Corrie, dirigida por Agustín Rafael Martínez, se basa en escritos de una estudiante norteamericana que a los 23 años viajó a la Franja de Gaza para apoyar a la población civil con apasionada entrega humanitaria como miembro de una organización de voluntarios que se oponen a la destrucción de viviendas. En marzo de 2003, defendiendo sin uso de la violencia un hogar palestino en Rafah, murió atropellada por una topadora del ejército de Israel. En diálogo con Blog Teatro, Peterlini nos acerca a la intimidad de una puesta sobre la juventud, la valentía y los sueños.

¿Qué significa contar la historia de Rachel Corrie?

Un hecho movilizante, sobre todo porque no es un personaje de ficción, sino que es una chica que existió y murió joven por una causa que ella consideraba vital, así que estoy contando la historia de toda su vida en un escenario.
Por otra parte, aún habiendo sido alguien culturalmente muy alejado para mí, ya que era norteamericana y yo soy argentina, sus ideales y su lucha hacen de sus palabras, de alguna manera, una bandera universal. Por lo tanto, me siento profundamente ligada a ella y a su deseo transformador. Y es un honor para mí estar contando en mi país la vida de ella, romper fronteras y que la gente escuche, sienta, se enoje, se emocione, se subleve. Poder transmitir su mensaje humanitario y sus sentimientos, que realmente lleguen sus palabras a la gente, su juventud, su inocencia, su valentía, su corazón y su alma.

¿Cómo vivís el hecho de contar esta historia tan fuerte vos sola en el escenario?

En principio lo vivo como un desafío actoral, ya que es una hora y media sin respiros, con mucha adrenalina, enfrentada a un público que en principio no sé cómo va a reaccionar. Es un relato muy intenso y lo más importante es que esta historia se haga sentir. Cuando empiezo es un camino de ida para mí, no me detengo mucho en nada en especial, lo que aparezca será bienvenido, confío. Un poco me ayuda la personalidad de Rachel, su pulsión me acompaña, y cuando empiezo es como un avión que despega hacia un destino a veces incierto. Lo disfruto muchísimo también, disfruto de esa libertad.

¿Cómo te relacionás con el uso del espacio y los elementos?

La sensación que trato de experimentar es de absoluto adueñamiento del espacio y los elementos. Fue un poco la propuesta que me hizo Agustín cuando me contó su idea de puesta en escena. Este espacio es el diario abierto de ella, es concreto, es mío, yo hago y deshago, me enojo, rompo una hoja, dibujo con mi propia sombra, me agrando, me achico, desaparezco en la inmensidad... de alguna manera yo soy el espacio y viceversa. Entonces es como un poco verme a mí misma, o a mis fantasías… imágenes inconscientes. Con los elementos me manejo de manera concreta, primaria, y el resultado es una manifestación de mi relación con estos elementos, una imagen inesperada.

La escenografía es sencilla pero muy impactante. ¿Cómo te sentís con el manejo de los recursos en el escenario y cómo trabajás el contar una historia tan fuerte con tan pocos elementos?

La simpleza y contundencia de los elementos escénicos me ayuda muchísimo, me concentra, destruye todo tipo de dispersión, y eso me organiza. Me obliga a investigar, a indagar, a jugar. Y siempre descubro cosas nuevas, es como un viaje interior para mí tratar de darle vida a ese espacio. Así que es bastante intenso, pero me dejo llevar… en algún punto es divertido. Es como si fueras chico de nuevo y estés ante una enorme hoja en blanco y miles de crayones y marcadores y lápices de colores y biromes, y te digan, bueno, dibujá… escribí lo que tengas ganas

¿Cómo fue el proceso de armado de la obra hasta llegar al escenario?

Muy pero muy intenso en todos los sentidos de la palabra. Cuando Agustín (el director) me convocó ya tenía varios elementos con los que quería trabajar, y yo sólo tenía que tratar de darles vida, encontrarlos de alguna manera… y bueno… aprender el texto. Nos juntamos a hablar con Agustín, yo paralelamente aprendía el texto, trataba de entender, informarme más sobre el conflicto en la Franja de Gaza. En fin, la premisa era ir hacia adelante, con más optimismo que otra cosa, y confiar. Y así de a poco todo se fue acomodando. Entrar en el texto era como viajar junto con Rachel, me trasladaba y sin darme cuenta se me fue creando como una necesidad, una posesividad con el texto. El deseo ayudó bastante, el deseo de contar algo en un escenario. Ese fue mi motor.

Mi nombre es Rachel Corrie. Domingos, a las 20, en el teatro Payró, San Martin 766, Capital Federal. Entrada $30 (Estudiantes y Jubilados $15). Reservas al 4312-5922.

Ficha técnica:
Dirección y diseño de espacio: Agustín Rafael Martínez
Actuación: Constanza Peterlini
Música: Emanuel Brusa
Sombras en escena: Malena Bystrowicz/Akira Patiño
Asistencia: Juan Dasso
Diseño de luces: Akira Patiño
Video: Malena Bystrowicz
Realización escenográfica: Agustín Ledesma
Objetos: Nicolas Bai, Luciana Morcillo, Agustín Rafael Martínez, Akira Patiño, Malena Bystrowicz, Agustín Ledesma
Producción ejecutiva: Adriana Zerdín y Gabriela Ram

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