¡Mueva la patria!


Nota del 7 de febrero

Color argento

Un manual, en broma, de zonceras argentinas. Ritmo intenso de canciones y humor corrosivo.

El coro de garcas, ahí, en una tribuna lateral, marca el rumbo del relato. Integrado por un chacarero que se llama Don Goyo Pérez Carpincho, un general titulado Luciano Cristino Benjamín, un monseñor nombrado como Máximo Vergara y una mujer bienuda -Amalita y varios de los grandes apellidos de la aristocracia local-, el coro, a la manera tradicional, se encarga de hilvanar la trama. Se cuenta el devenir de la pareja de Romina de Caballito y el Negro Cabeza, entre los bombazos de la historia patria. Un romance de los que se atraen y se repelen, y que alude al acercamiento de la clase media -que en la patria cumbiera real se deteriora casi siempre y avanza casi nunca, según los tiempos de la historia- y la clase castigada en serio, la ninguneada a los arrabales, allí, donde impera finalmente el color de la cumbia.

¡Mueva la patria!, la ópera cumbia argentina, que con dirección de Valeria Ambrosio se presenta en La Trastienda, pasa revista a ese amor intrincado, a ese encuentro de clases que no fragua y recapitula, en joda, con canciones de géneros diversos, pasajes de la historia de aquí nomás. Les toca procesar un material difícil: doscientos años saturados de golpes bajos. Y, sin embargo, lo hacen con alegría, y buena vibra, y en muchos momentos, con humor socarrón, inteligente.

No es atinado citar chistes que quiten la sorpresa. Pero puede ejemplificarse el humor buscado en ¡Mueva la patria! cuando el general Roca encara su intención de extender los límites de las fronteras, al sur, muy enervado y casi violento, subido a un caballo de palo de escoba y cartulina. "¿Qué será del gaucho?", pregunta alguien y cruza la escena una pancarta con la imagen de Horacio Guaraní. "¿Qué será del indio?", dice otro, angustiado, con un cartel con la pelada del Indio Solari. Apenas un ejemplo.

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