Coco Sily: La cátedra del macho


Nota del 8 de febrero

“El barrio es el que te da humor, y yo vengo de allá”

Está recorriendo la Costa Atlántica con su espectáculo La cátedra del macho, que se burla y se queja de los cambios de paradigma en las cuestiones de género. Pero aclara: “En realidad, el opuesto del ‘macho’ es el’moderno’, el que perdió los códigos”.

Desde Mar del Plata

“‘Puto el que lee esto’. Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora. Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura.” Así arranca “Usted no me lo va a creer”, uno de los libros más memorables de Roberto Fontanarrosa. Seguramente el Coco Sily aprobaría esas líneas, y –salvando las distancias– hasta podría considerarlas como posible inspiración para La cátedra del macho, el espectáculo que está presentando los lunes a las 22 y a las 24 en el Teatro Güemes (Güemes 2955, Mar del Plata), con funciones por el resto de la costa –especialmente en Gesell, Pinamar y San Bernardo– durante la semana.

Sucede que el actor tira un gancho similar al del maestro rosarino cuando sale a escena solo, asistido únicamente por un par de luces y eventualmente un vaso de whisky. De entrada explica en qué consistirá la clase: “En el rato que sigue, vamos a pronunciar mucho las palabras ‘puto’ y ‘macho’. Ojo, que cuando digo ‘puto’ no estoy hablando de una elección sexual. Lo aclaro porque muchos homosexuales tienen más códigos que gran parte de los heterosexuales. En realidad, el opuesto del ‘macho’ es el ‘moderno’, el que perdió los códigos. Y yo vengo a ser una especie de testeador del nivel de modernidad, de esa putez interna que cada uno tiene”, adelanta. Entonces más de un progre frunce –entre otras cosas– el ceño.

Y sin embargo no es tan complicado ver hacia dónde apunta Sily. ¿Quién no fue a un restaurante de Palermo para encontrar que “el fino colchón de hojas verdes” que salía treinta pesos era simplemente una ensalada de lechuga? “¡Es lechuga, hermano! No me estafés. No me bolsillés”, se enoja el personaje, que al toque arremete con un conjunto de características que distinguirían al macho en el mundo hostil que lo acorrala: el pastel de papas en lugar del sushi, el jabón y la toalla en lugar de la crema antiage y, sobre todo, la prohibición estricta de soplarles la novia a los amigos.

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