Calidoscopio
Nota del 7 de febrero
Los títeres rebeldes
La búlgara Antoaneta Madjarova vino con su grupo Kukla para hacer esta obra de Teatro Negro, que -dice- reivindica valores algo olvidados.
Los títeres, una vez fabricados, son seres vivos. Algunos son rebeldes y hasta se pueden negar a hacer o decir algo", dice Antoaneta Madjarova. Por eso esta artista que vino de Bulgaria con su grupo Kukla tiene que encontrar la imagen y la música perfecta para sus creaciones.
Esa es la armonía a la que parece haber llegado en Calidoscopio, que se reestrenó el sábado pasado en el Centro Cultural de la Cooperación. Los números lo indican: la obra ya tuvo más de 100.000 espectadores y estuvo en cartel en más de 80 salas de la Argentina y del exterior.
El medio elegido para lograrlo es el teatro negro, que por sus juegos de luces y colores resulta efectivo para captar la atención de los más chiquitos. Sobre un fondo negro, por efecto de las luces ultravioletas, los muñecos y los objetos fluorescentes resaltan y cobran vida, porque los actores "desaparecen".
"Es un clásico para los más chiquitos, porque cambian las generaciones y la obra nunca pierde actualidad", explica la directora. "Además reivindica valores importantes que están un poco perdidos, como el amor, la belleza y la amistad. Hay que volver a incorporarlos", dice.
La clave del espectáculo es la imagen, porque la palabra es la gran ausente. Claro que con los estímulos visuales a los que se les suma la música, no es necesaria: "las imágenes hablan por sí mismas. A los chicos les gusta más la dinámica de las acciones que las palabras, les prestan más atención" remarca Antoaneta.
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