Por el placer de volver a verla
Nota del 31 de diciembre
Es el pasado que siempre vuelve
El reencuentro, imaginario, de un hijo con su madre. Muchas citas literarias le arrebatan ritmo a la trama. Buenos trabajos de Virginia Lago y Manuel Callau.
Dos buenos actores encarnan a una madre -que ya no está- y a su hijo -escritor, director y "un poco actor"-, que se encuentran en la imaginación de éste, para revivir el pasado y entender el presente. Las idas y vueltas en el tiempo, el vestuario en blanco y negro, una escenografía despojada, también en esa gama, y la luz en la sala construyen una puesta no realista, que combina imágenes poéticas y algo de elegante humor.
Por el placer de volver a verla propone una sucesión de conversaciones entre los personajes y algunos monólogos que se hilvanan para dar forma a la pieza, que se estrenó en el teatro Colón de Mar del Plata, con Virginia Lago y Manuel Callau.
El texto se regodea, en exceso, en citas literarias. La historia es la de un escritor exitoso que le rinde una suerte de homenaje a quien le inspiró su amor por el teatro. Ella fue lectora de novelas rosas; él, de clásicos. Y las intertextualidades primero resultan un bello aporte poético, pero luego se vuelven reiterativas. Casi terminan hablando más de los libros que han leído que de sí mismos, y los diálogos pierden un poco de interés.
Miguel empieza a recordar; la invoca "por el solo placer de volver a verla". Cuando tenía diez años y hacía alguna travesura, venía la reprimenda de Naná. Entonces, una escena recrea uno de esos momentos. Más grandecito, confronta con su madre por cuestiones literarias. "Desnudo frente a ustedes" (dice él) expone esa relación tan particular que tuvo con su madre (una mujer muy exagerada) y que marcó su vida profesional y personal. El relato llega hasta el final de la vida de Naná. Las escenas son largas, el personaje de la madre demasiado estereotipado y el ritmo, lento.
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