Nada del amor me produce envidia


Nota del 09 de noviembre

Corte y confesion

Escrita por Santiago Loza y con puesta de Diego Lerer, Nada del amor me produce envidia es una obra que, en la voz de una costurera solitaria que cuenta su vida y sus pesares, homenajea la oralidad íntima de los años ’50 y recrea el choque de dos potencias: Libertad Lamarque y Eva Duarte.

Yo soy los detalles”, dice la costurera de la historia. “Nada del amor me produce envidia” dice, y es también la frase sugerente y nada casual que da título a la obra: detrás de cada palabra de este texto de Santiago Loza hay un cuidado excepcional. La palabra coloquial del teatro, una palabra lanzada, que por ser portadora de acción muchas veces no se le anima a la poesía, tiene aquí, en boca de esta costurera modosita, una importancia crucial. Son los detalles, esa coloquialidad primorosa de los años cincuenta, expresiones como “qué plato”, en el marco de un relato que no se detiene, lo que va sumergiéndonos en un mundo de lo pequeño a lo grande. Pero hay coincidencias. Este mundo que parece de Estudio Lumiton, que parece estar filmado en blanco y negro, fue armado por Diego Lerman, habitualmente director de cine, y cómo no, está María Merlino, encarnando a una costurera que podría haber sido una de esas heroínas sufrientes de las películas del cine de oro argentino, pero más golpeada, un poco más rara, apresada en una vida menor.

La historia nos introduce de a poco, entonces, a través de este relato recargado de pormenores aparentemente nimios, en un espacio y un tiempo, un taller de barrio entre los años cuarenta y cincuenta, una costurera que frente a su máquina de coser reflexiona en voz alta, una soltera eterna que cose para novias, madrinas y bautizadas, y que ante todo sabe disimular los defectos ajenos con su arte y luego olvidarlos. Ella, “la que nunca tuvo novio”, se revela en seguida como fanática de la que fue justamente “La Novia de América”, Libertad Lamarque. Esa pasión la lleva a imitarla, a cantar con voz finita y engolada –ese registro de soprano que Libertad supo imponer– tangos cantados por su ídola, “Besos brujos”, “Loca”, y otros tantos. La obra avanza así con gracia, entre palabras y canciones.

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