Marta Bianchi

Marta Bianchi: "Cuando tuve suerte la dejé pasar"

Apuesta a que la vida le hubiera cambiado. Y, sin embargo, jura que "no cambiaría mi vida por nada del mundo". El juego de palabras —tal vez, quién sabe, el único posible de torcer destinos— la lleva a compartir que "en el 60, cuando yo era adolescente, mi padre quiso volver a su Italia natal para mostrar a su nueva familia. Y fuimos. Un día, estaba paseando por Roma con mi madre y me encontré con un profesor de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Le preguntó a ella si no me dejaba que lo acompañara a comprar un regalo para su mujer y luego a una cena... Total que estuve cenando una semana con Federico Fellini, con Pietro Germi, con muchos directores. Y, una noche, Damiano Damiani me ofreció trabajar en una película suya —La noia—, pero me tenía que quedar seis meses. Y le dije que no, porque tenía novio y estaba enamorada". Su papel, entonces, fue para la francesa Katherine Spaak, a quien se le abrieron las puertas del cine italiano. Marta Bianchi se ufana de haber dado el no. De otro modo, quizás, no hubiera podido protagonizar, por caso, Made in Argentina.

Desde el living de su departamento, el zoológico se antoja pequeño y la ciudad, enorme. Ella, con ese tono grave que supo conseguir —"tenía una vocecita muy aguda, que no tenía nada que ver con mi imagen... siempre fui lunga y me las rebusqué para tener voz de grande"—, se anima a viajar al pasado poblado "de mujeres muy transgresoras que pagaron precios muy altos. Ya desde la época de mis bisabuelas, pasando por mis abuelas, mi familia estuvo marcada por modelos fuertes. Con lo cual, a las nuevas generaciones se las protegió de alguna manera y entonces aparecieron algunos mandatos. En medio de eso, fui una chica que pudo ser más de lo que esperaban de ella, una chica con curiosidades inconvenientes, que quería averiguar los secretos de familia. Siempre tuve la necesidad de saber de dónde venía y a dónde quería ir".

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