Analía Fedra García: Relojero


"En nuestras relaciones con los hermanos y con los padres siguen prevaleciendo choques"

Analía Fedra García dirigió una puesta de "Relojero", de Armando Discépolo. En diálogo con Blog Teatro, señala claves de lectura y reflexiona sobre la actualidad del tema y las preguntas que dispara la última obra que escribió este autor argentino y que estuvo en función en el Teatro Regio.

Por Hernán Salcedo

¿Qué actualidad tiene este texto, que fue escrito hace más de 80 años?
La obra "Relojero" es sobre padres e hijos, como gran parte de las obras de la dramaturgia universal. Y en esta problemática, se plantean en la obra muchos interrogantes sin respuesta certera. En las relaciones queremos que todos los que nos rodean sean felices. Y muchas veces conjeturamos qué es lo que puede hacer feliz a otro y qué creemos que los otros deberían hacer. En este caso, los padres se ven enfrentados a la disyuntiva de imponer una forma de vida a sus hijos o dejar que ellos decidan por sí mismos, eligiendo así lo opuesto a lo que ellos consideran adecuado. Esta relación en general también se da a la inversa. Como hijos, suponemos qué es lo que deberían hacer o dejar de hacer nuestros padres para conseguir su felicidad. Y en esos momentos muchos pueden convertirse en enemigos invisibles de los otros. Este planteo me parece que es de mucha actualidad y hoy se da no sólo entre padres e hijos sino en cualquier relación. Alguien le aconseja algo a un amigo o una pareja sobre lo que debería hacer y, muchas veces, termina operando de manera negativa para la otra persona. Esto resuena con dichos populares de "es por su propio bien", "más adelante me lo va a agradecer", etc. En "Relojero", muchos motivos por los cuales los personajes se enfrentan han cambiado en estos 80 años. Sin embargo en nuestras relaciones con los hermanos y con los padres siguen prevaleciendo choques.

¿Y qué actualidad tiene en cuanto a lo teatral?
La mezcla tan particular de lo cómico y lo dramático hace que este texto también sea de mucha actualidad. Vivimos en una época de mezclas. Hay otros textos iniciales de Discépolo donde los personajes eran de trazo más grueso y el bueno era muy bueno, el malo, muy malo. En esta obra se da algo muy particular y es que todas las subjetividades están en tensión. El autor no privilegia a ninguno. Ni condena ni salva. Eso me parece maravilloso y muy contemporáneo.

¿Una obra de este tipo puede ser transformadora para las producciones actuales? ¿Hay algo que esta obra le esté diciendo al teatro de esta época?
Me parece que muchas obras son transformadoras en tanto se produce cierta alquimia con el público, y en este caso, además, poder correrse de los prejuicios que hay sobre textos fundamentales de la dramaturgia nacional. Como hice la adaptación del texto, muchas personas me preguntaban si cambié el lenguaje de la obra, porque les parecía muy actual, como si se hubiera escrito hoy. Y yo les respondía que las palabras son textuales de Discépolo. El trabajo de adaptación consistió en hacer algunos recortes del texto original, para condensar dramáticamente algunas situaciones. Yo encuentro a esta obra muy vital, y lo vital está hecho de la mezcolanza. En ese sentido es muy argentina. Basta leer cualquier diario o vivir lo que pasa día a día en este país para vivenciar la mezcolanza en la que estamos inmersos.

¿Creés que "Relojero" es una obra pesimista sobre el paso del tiempo?
No sé si diría que es pesimista. Sí, en relación con el tiempo, pone de manifiesto la distancia que hay entre lo que soñamos ser, o imaginamos que seremos, y lo que luego devenimos en la realidad. Cuando yo era chica, el año 2000 suponía un campo de fantasía y me imaginaba cómo sería yo en ese futuro, en ese cambio de siglo. Y cuando cotejo mi fantasía infantil con lo que realmente viví en el 2000, es absolutamente diferente. En "Relojero" no sólo se juega desde este plano la relación con el tiempo, sino que además algunos personajes se imponen a sí mismos ciertos mandatos para su futuro. Por ejemplo, Nené decide, aconsejada por su hermano, que ella no va a sufrir por el amor de un hombre, asumiendo que las relaciones de pareja no son algo fijo, de una vez y para siempre, sino que tienen un carácter cambiante. Más adelante, cuando la abandona el hombre que ella ama, no puede atravesar esa situación. Esto es muy conmovedor y creo que nos pasa a todos, hasta con detalles mínimos de nuestra vida cotidiana. La obra nos interroga: ¿qué hicimos y qué hacemos con el tiempo? y ¿qué hizo el tiempo con nosotros?

La obra habla de enemigos invisible. ¿Hoy nos enfrentamos con los mismos enemigos de aquellos años en los que Discépolo escribía?
Los seres humanos como enemigos invisibles de otros seres humanos es y será tema siempre. Y Discépolo arriesga que cada uno de nosotros puede convertirse en enemigo invisible de sí mismo, boicoteando su propio deseo.
Hay otros enemigos invisibles, que desde esa época a hoy han cambiado de rostro o asumen formas más sutiles o más exacerbadas, pero que están presentes siempre. Alguien que explota a un trabajador, por ejemplo, o que para sacar mayor rédito económico está dispuesto a hacer uso y abuso de otras personas o jugar con la vida de otros. En la década infame y hoy se asemejan. Quizá hace falta pensar sólo en qué figuras son intercambiables.

¿Qué priorizaste a la hora de encarar la dirección de este espectáculo?
Lo que más me interesaba trabajar en esta obra era la dirección de actores. Trabajamos mucho con las distintas situaciones que van transitando los personajes. En este sentido la obra es muy compleja porque no les da respiro a los actores. Todo el tiempo pasa de todo. Y a eso se le suma la dificultad de condensar en un mismo momento y de mezclar lo cómico y lo dramático.

¿Qué momentos, placeres o sorpresas podés destacar del proceso de ensayos?
Lo que más me sorprende y disfruto es cuando, aún estando en el proceso de ensayos, sin escenografía, ni vestuario, sucede y se revela una escena con los actores. Y hasta ellos mismos se sorprenden de cómo la obra se abre y se complejiza. Esos momentos de descubrimiento y disfrute grupal me atraen mucho personalmente.
Y después hay otros placeres o revelaciones, al ver la realización final del vestuario, la escenografía, la música, las luces, cómo se va entramando todo. Y la máquina total, que al comienzo vas viendo fragmentada (algo funciona o no), se va ajustando cada vez más. Y cuando ves la coordinación completa entre todo es muy placentero.
Otra cosa que me sorprendió mucho fue la respuesta del público. Durante los ensayos no preveía que funcionara tanto el humor que hay en las situaciones. Algunos los había reconocido pero ciertos momentos funcionan en todas las funciones. Obviamente que hay otros pasajes de la obra que habiendo mayor presencia de público joven se puede reír más de algunas situaciones; y a una parte del público de personas mayores, les resuena más dramáticamente. La identificación es diferente para distintas generaciones. Eso me sorprende y lo disfruto muchísimo.


Relojero
Actuación: Osmar Núñez, Horacio Roca, Stella Galazzi, Martín Urbaneja, Federico Salles y Laura Grandinetti
Escenografía: Rodrigo Gonzalez Garillo
Iluminación: Marco Pastorino
Vestuario: Paula Molina
Asistencia artística: Cintia Miraglia
Adaptación y dirección: Analía Fedra García

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