El público me adora


La maldición de los niños estrella

Dejando de lado los últimos años, en los que la programación infanto-juvenil comenzó a inclinarse fuertemente hacia lo fantástico y abandonó el aula como locación, casi todas las generaciones criadas con televisión tuvieron su serie emblema de chicos-y-chicas-en-escuela. Jacinta Pichimahuida; Señorita maestra; El árbol azul, Pelito; Flavia, corazón de tiza; Rebelde Way; Patito Feo o Carrusell, todas siguieron argumentos parecidos -cuando no iguales, en el caso de las remakes- y persiguieron un mismo objetivo: representar una sociedad en miniatura en la que convivían, con todos los avatares de la vida misma, los ricos, los pobres, los lindos y los feos.

Por un programa con todas esas características pasó alguna vez el protagonista de esta obra, Silvio Gorrión (Javier Rodríguez Cano), un chico gordito, tímido y sin carisma que, impulsado por el deseo de su madre de convertirlo en una estrella, deviene a su pesar en niño actor con club de fans, compromisos y contratos de publicidades.

Escrita y dirigida por Guillermo Hermida, que además es guionista de televisión, El público me adora es un relato confesional a muchas voces, interpretadas por Rodríguez Cano en sus facetas de nene y adulto y por Monina Bonelli, que alterna en escena a varios personajes, tres de ellos fundamentales para seguir la historia: a la narradora omnisciente, a la madre del pequeño actor y a Gustavo Temperley, un personaje que irá cobrando importancia a medida que avance el relato. Mediante esa polifonía, llevada adelante por dos actores geniales y potenciados el uno por el otro (Rodríguez Cano sabe captar la esencia tragicómica de su criatura escénica y Bonelli convence en cada uno de sus personajes, a pesar del vestuario desacertado que no termina de sentarle a ninguno), se va tejiendo una trama que cuenta "cómo una oruga puede convertirse en mariposa", tal como repite y promete la madre, y que se pregunta, no sin acidez, cuánto de lo que los padres hacen por el bien de sus hijos es objetivamente "el bien".

¿Qué es de la vida de los pequeños "one hit wonders" que antes de los diez años incorporan a su lenguaje palabras como guión, estudios, casting y representante cuando, tiempo después, el mundo deja de tenerlos en el foco de su atención? El público me adora imagina una respuesta y ofrece, a su vez, una mirada un poco socarrona sobre los mecanismos televisivos: casi una pequeña venganza del teatro hacia el mundo de la tele, llevada adelante por alguien que la conoce desde adentro. No sería justo develar el final, pero vale decir que no es necesariamente triste: por eso, entre otras cosas, El público me adora es la obra que debería ir a ver toda ex Chiquitita y todo ex Cebollita que, por elección o por desgracia, se alejó para siempre de los estudios de tevé.

Fuente: La Nación

Funciones: sábados, a las 21 / Teatro: El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034

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