Rubén Szuchmacher y Gabriel Cabrera: Teatro Payró


"Queremos hacer reingresar esta sala dentro del imaginario del teatro independiente"

Rubén Szuchmacher, Paula Travnik, Graciela Schuster y Gabriel Cabrera decidieron tomar las riendas de esta mítica sala para iniciar una nueva etapa en un espacio que cumplió más de 60 años como referente.

Es uno de los emblemas de aquellos teatros de sótano que despertó la escena independiente durante las décadas del '50 y '60. Para llegar a ver las obras que se hacían en el Payró había que bajar una escalera y sumergirse en la oscuridad del teatro experimental. Fue el lugar para la vanguardia: en este mítico espacio se estrenó la versión de Alberto Ure de Puesta en claro de Griselda Gambaro; Eduardo Pavlovsky presentó sus puestas de El señor Galindez y Telarañas; ahí se representaron por primera vez los textos de Brecht: La ópera de tres centavos y Galileo Galilei.
"Lo que aportó el teatro independiente, más allá de las innovaciones estéticas o en tipos de actuación, fue en repertorio. En el Payró se hizo en plena dictadura militar Juegos a la hora de la siesta, que significó la aparición de Gerardo Romano, pero que también era un alegato en contra del autoritarismo. Otra obra importante fue Hablemos a calzón quitado, que este año se presentó en la temporada de verano en Mar del Plata, pero fue uno de los primeros ejemplos en los que apareció la homosexualidad en escena. Ahora cualquier pelandrún te hace una obra con putos, ¡pero en ese momento había que poner un padre puto!", dice Rubén Szuchmacher, reconocido director de teatro, maestro de actores y uno de los fundadores del teatro El Kafka.
Szuchmacher habla del Payró porque desde hace unos meses, junto con sus compañeros Paula Travnik, Graciela Schuster y Gabriel Cabrera, decidieron tomar las riendas de esta mítica sala para iniciar una nueva etapa en un teatro que cumplió más de 60 años como referente del movimiento teatral independiente y de vanguardia.
La historia del Payró comenzó en 1952, cuando Onofre Lovero descubrió el espacio en el subsuelo de la calle San Martín y fundó el teatro. A partir de 1968, la sala es cedida por el grupo de Lovero a otros actores, entre los cuales sobresalió Jaime Kogan, quien dirigió el espacio que luego condujo su hijo Diego.
Ahora, quienes toman la posta son los responsables de darle vitalidad al teatro El Kafka (Lambaré 866) con la intención de volver a ubicar al Payró dentro de los imperdibles del circuito independiente de Buenos Aires. Dice Szuchmacher: "Cuando se traslada la actividad al Abasto, Almagro y Palermo, pareciera que el Payró había quedado afuera del circuito. Pero para mí es muy importante aclarar que lo geográfico es una ilusión. ¿Qué es lo que queda lejos o lo que queda cerca? ¿Con respecto a qué? Eso es un invento y no es una explicación a por qué no funciona una sala. Tenemos el ejemplo de Terrenal (de Mauricio Kartun), que se da en el Teatro del Pueblo, a diez cuadras de esta sala, y es un espectáculo que tuvo que agregar una cuarta función por su inmensa convocatoria. La gente dice :'¿Pero qué hacés cuando salís de acá? ¿Es peligroso?' ¡Acá hay más seguridad que en el Abasto porque hay más plata! Nosotros, como primera medida de gestión, queremos hacer reingresar esta sala dentro del imaginario teatral independiente y romper con esas supuestas barreras geográficas, que son ilusorias."
Los espacios de teatro independiente de la ciudad son sostenidos por los artistas. El Payró es un ejemplo de eso. "La falta de verdaderas políticas públicas hace que la gente del teatro independiente se canse, se agobie. No ganás plata, no tenés un salario que te garantice que más o menos vas a estar bien, y somos nosotros mismos los que nos tenemos que ocupar de salvar estas instituciones. Hace diez años que trabajamos en El Kafka y la verdad es que estamos agotados, pero el Payró nos renueva las energías", sostiene Szuchmacher, aunque soslaya una mirada preocupante para el futuro.
"Creo que en la ciudad, en diez años muchos espacios se van a cerrar porque dependen sí o sí de las personas. Y las personas se cansan de poner plata, de estar solos. Estos lugares al quinto año te agotan. Yo llegué a la conclusión de que son cinco años el tiempo de tolerancia", agrega.
Por eso, uno de los puntos que trata de instalar la nueva gestión del Payró es la posibilidad de que la propiedad de la sala –ahora en manos del Estado– pase a ser de la cooperativa Los Independientes, la misma que fundó Lovero en 1952, con la intención de que nunca se pierda ese espacio.
"Estas salas no te sostienen económicamente. Cada uno tiene su actividad paralela", dice Cabrera. Ahora, el próximo desafío es definir una programación lo suficientemente contundente para que termine de instalar al espacio como un lugar ineludible para los apasionados del teatro.
El panorama es complejo: "¿Cómo hacemos para hacer teatro en una ciudad que según estadísticas del sitio web Alternativa Teatral, en 2014, entre estrenos y reposiciones en el teatro independiente, sólo en la Capital Federal hubo 3070 espectáculos? Hay una anomalía. La cifra es sospechosa en algún sentido. No hay espectadores para ese teatro. París no tiene esos espectáculos, Londres tampoco. Creo que se pierde de vista el tiempo de proceso que llevan los trabajos, es como el reino del 'work in progress'. Eso suma, ayuda a las estadísticas, le hace decir al ingeniero Lombardi (el ministro de Cultura de la Ciudad) que Buenos Aires es la capital del teatro y todo el mundo está contento, pero hay algo que empieza a deteriorarse, a perder fuerza. Ir a ver una obra de teatro más o menos no es lo mismo que ir a ver una película más o menos. Una obra de teatro más o menos es expulsar a una persona del teatro por seis meses o un año", sentencia Szuchmacher.
Frente a esa situación, los nuevos responsables del Payró buscarán revalorizar la nobleza de esta sala, con espectáculos comprometidos con la época y el contexto social y apostarán a realizadores que no se asusten frente a un espacio con 120 localidades. El sótano vuelve a vibrar.  «


Las obras en cartel

Absolutamente comprometidos: interpretada por Julián Kartun que combina humor, drama e intriga en un solo acto. Jueves y sábados a las 21 horas.
Los Lugones: genealogía de la familia paradigmática de la Argentina. Viernes a las 21 horas.
Silban las balas: una historia donde el humor atraviesa la tragedia de la guerra. Domingos a las 20 horas.
Además: en agosto, Gabo Ferro hará un ciclo de recitales y también está programado un innovador ciclo de música clásica.
El Teatro Payró se encuentra en San Martín 766.

Fuente: Tiempo Argentino

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