Tamara Kiper e Inda Lavalle: El viento en un violín


La desesperación, en muchas facetas

Las actrices protagonizan El viento en un violín, de Tolcachir, una obra que juega en los bordes del amor y la soledad.

Dos obras la misma noche. Encarnar dos personajes distintos con minutos diferencia, puede ser tan glorioso como agotador, si hablamos de caracteres como los que encarnarán, a partir del próximo hoy Inda Lavalle y Tamara Kiper, protagonistas de El viento en un violín. La obra escrita y dirigida por Claudio Tolcachir llega a la sala Pablo Neruda del Paseo la Plaza, luego de haberse estrenado en el teatro Timbre 4 y de haber viajado por el mundo. Además, continúan con las funciones de La omisión de la familia Coleman.
La historia de El viento en un violín tiene de todo: mujeres que se aman, buscando desesperadamente un hijo; madres con hijos, desesperadas por asegurarles la felicidad, hijos desorientados, desesperados por encontrar su lugar. Historias de seres buscándose la vida. Y el amor que lo atraviesa todo, que todo lo permite, lo bueno y lo malo. El amor de pensar la vida de otra forma y aceptarla tal vez, en nombre del amor. Es una historia sobre la lucha entre el amor y el derecho, sobre la desesperación y la soledad. O, quizás, sobre el surgimiento de una nueva forma de familia, nacida del error y de lo imprevisto.
"Es una obra que habla de la desesperación", dice Inda (hija de padre actor, nacida en José C. Paz) "¿y quien no estuvo alguna vez desesperado?", agrega Tamara (criada en Almagro y amante de las artes plásticas). Ambas son actrices de carácter y enamoradas de su profesión. "Creo que el autoconocimiento es muy importante como actor. Si vos vas a elegir ponerte en la piel de otro tenés que conocerte y aceptarte muy bien para, sin prejuzgar, poder ponerte en el lugar de otro", afirma Kiper y Lavalle agrega: "El instrumento no puede sentarse en los laureles; yo sigo formándome. Cuanto más flexible, más esponja y observador se es mejor. Tiene algo de detectivesco, lúdico."

–¿Cómo es trabajar tanto tiempo con la misma gente?
IL: –Se armó como una gran familia. Es como trabajar con amigos, con hermanos.
TK: –Te mirás y ya sabés lo que el otro está pensando. Hay mucha complicidad, arriba y abajo del escenario. Nos divertimos mucho, hay muy buena química y eso es una suerte porque te puede pasar o no. Nunca lo sabés. Compartimos mucho: casamientos, separaciones, nacimientos, muertes. Todo a lo largo de esto diez años. Está buenísimo seguir juntos.
IL: –A nosotros nos funciona, sería muy hostil trabajar con alguien que no te llevás bien. No es que tenés que ser amigo para trabajar, pero acá se dio, se armó y lo disfrutamos.
TK: – Si no hubiese química no sé si hubiesen sido diez años, eso sin dudas.
–Que el teatro plantee en su trama un tema como la posible adopción por parte de parejas del mismo sexo. ¿Creen que aporta al  debate público? ¿Qué ofrece una mirada desde otro punto de vista?
TK: –Siempre está bueno que aparezcan en nuestro espacio, el teatro, temas nuevos para pensar. Los temas cerrados y silenciados, los que tienden a ser más marginales, son interesantes que salgan,
IL: –Los temas que algunos meten bajo la alfombra, porque mejor de eso no hablar, tienen que salir, porque siempre va a haber un espectador que desde su intimidad va ir encontrando respuestas, encontrándose que no está solo, que existe el tema y que les pasa a otros, a mucha gente
TK: –Es muy importante que se invite al espectador a ponerse en el lugar del otro.
IL: –Creo que todas las obras de Claudio (Tolcachir) invitan a eso. Como él no juzga a sus personajes, desde la escritura, ni nosotros de la actuación, está bueno. Acá se muestra. La pieza es un muestrario de personajes y eso los hace cercanos, cotidianos, que puedan ser un hermano, un tío, un primo o uno mismo. Hay algo de eso, creo.
TK: –Acá el tema es que está gente tiene tal problema y la resuelve como puede o con las herramientas que puede. En mi fuero interno puedo estar más cercano a uno que otro, pero yo no juzgo. El accionar de todos los personajes de esta obra está para el manicomio o la cárcel. Pero lo bueno es llevarlo adelante para que el público decida.  «


Funciones

El viento en un violín y La omisión de la familia Coleman, vie. sáb. y dom. en La Plaza (Corrientes 1660).


Una obra con mucho recorrido
Con el antecedente de La omisión de la familia Coleman, durante 2014, la llegada de El viento en un Violín a la calle Corrientes, después de un año de no hacerla, es para Tamara e Inda, algo que no le cambia  mucho la ecuación. "Es adaptarte al nuevo espacio, el sonido cambia pero la esencia es la misma. Nosotros hacemos nuestro trabajo de igual manera, no importa la sala. Lo que sí cambia es el afluente del público. La Plaza tiene un público muy propio que quizá no iría hasta Boedo a ver la obra", dice Tamara y afirma que "como nos tocó viajar mucho con El viento, cambiamos mucho de teatro, de países, de pueblos a ciudades grandes y tenemos eso muy arraigado porque todo el tiempo nos adaptábamos al espacio que sea, y podía ser un anfiteatro al aire libre o un teatrito chico así que tenemos ese bonus track".
Con respecto a las giras Inda opina: "Es un privilegio haberse presentando en tanto lugares. Desde lugares más de pueblo como Villavicencio, Colombia a lugares exóticos como Bosnia o grandes ciudades como París y Roma. Ahora es como estar de gira, pero más cerca de Timbre 4", dice.

Fuente: Tiempo Argentino

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