Sofía Guggiari: Vivo Urdapilleta


Urdapilleta, el poeta que abrió caminos

“El no pensaba en técnicas de escritura: transmitía lo que iba sintiendo”, dice la dramaturga, directora y actriz, que en el bar de La Casona Iluminada recupera una serie impactante de monólogos del artista fallecido en diciembre del año pasado.

“Ese teatro ‘sacado’ era un síntoma social, y para los de mi edad, una curiosidad y una resistencia casi animal en medio de una sociedad todavía dominada por el silencio.” La actriz Sofía Guggiari reflexiona de esta forma al presentar Vivo Urdapilleta, espectáculo que viene ofreciendo los sábados a las 23, en el bar de La Casona Iluminada (Av. Corrientes 1979). Se trata de una serie de textos de distinta época reunidos en el libro Vagones transportan humo, que el actor Alejandro Urdapilleta (fallecido el 1º de diciembre de 2013) escribió para ser interpretados. En conjunto, un áspero retrato de personajes desorbitados que se expresan sin contención frente a temas definitorios, como la muerte, la sexualidad y el deseo de aniquilar al otro.

“Hoy debería asesinarla. Tan sólo porque parece tener la misma cara de un perro aplastado por un camión...”, argumenta el personaje narrador de La hija de la mucama, uno de los monólogos que Guggiari, también directora, incluye en Vivo Urdapilleta. “Muchos somos hijos de esa generación que marcó nuevas estéticas de escritura y actuación. Ellos fueron protagonistas de anécdotas que causaron bullicio”, señala esta actriz a Página/12. Con estudios de teatro iniciados a los trece años en los talleres de diferentes maestros, Guggiari menciona hoy a Juan Carlos Gené, Ricardo Bartís y Norman Briski, y en otras especialidades y disciplinas a Mariana Briski (comicidad), Silvia Briemstam, Silvina Laguna y Liliana Cepeda (danza jazz y clásica); Gisela Atman y Federico Tabu, en canto. Estudia psicología en la UBA y ha integrado los elencos de Locuración, obra basada en textos de Eduardo “Tato” Pavlovsky que dirigió Eduardo Misch; Ya no pienso en matambre ni le temo al vacío, de Patricio Abadi; Las primas, de Norman Briski; Hermana, creación colectiva de danza-teatro dirigida por Sandra Fiorito; La isla de los niños, de Ramiro Guggiari, codirector junto a Horacio Pucheta y asistente de dirección en Vidé/La cinta fija (2009), de Vicente Muleiro, dirigida por Norman Briski. Participó en coros y en el micro documental Delegaciones en Villa Fiorito. En 2012 estrenó una pieza suya, Te amo tanto porque te he matado, que tuvo una segunda parte en 2013; y actuó sólo en una primera etapa en Las 50 Nereidas (de Norman Briski), junto a Eliana Wassermann.

–Esa marca de los textos de Urdapilleta es también rebeldía ante las frustraciones, como en el monólogo Viva la mentira, fragmento de María Julia. La Carancha. Una dama sin límites (de Batato Barea, Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese). ¿A qué apunta hoy Vivo Urdapilleta?

–A homenajearlo. Pedí los derechos de algunos textos y me uní a otros actores con la idea de no apartarme de su estética. Los monólogos debían ser cortos y desarrollar un tema. Pensaba ocuparme de La hija de la mucama, pero decidimos con el elenco que haría Sombra de conchas, un texto terrible... Ahora no lo es tanto, porque se dicen cosas con una crudeza a la que en años anteriores no nos atrevíamos. Urdapilleta fue una guía cuando empecé a escribir. El no pensaba en técnicas de escritura: transmitía lo que iba sintiendo. Es un autor poeta, y esto a los actores nos gusta.

–¿Qué siente ante las observaciones hirientes?

–Cuando escarba en la herida es para recordar que la hubo, y cuando su personaje grita “te voy a matar, te voy a destripar...”, trato de entender cómo elaboraba eso que le hacía decir y cómo lo recibía la gente. En este momento la sociedad no se sorprende ante esas expresiones. A mis veintisiete años, su teatro me abruma pero no me confunde. Admiro su verdad.

–¿La verdad en la escritura es también su búsqueda? La pregunta es por su trabajo anterior, Te amo tanto porque te he matado I y II.

–Escribí esos monólogos con la idea de explorar y construir dentro del teatro y desarrollar mis textos con total libertad. Para el espectáculo sobre Urdapilleta, estuve viendo algunos de sus videos y me sentí identificada. Algunos son desbordados y otros más políticos. Viva la mentira es el que más gusta a la gente. (“Pueblo argentino:/ Se ha acabado el tiempo de las mentiras/ ¡Caen como retazos secos la mentiras!/ Y las lluvias las deshacen/ A las mentiras/ Lluvias de verdades acalambradas/ Verdades en carne viva/ Confesiones/ Revelaciones...”)

–Un aspecto significativo en estos monólogos es la urgencia por cambiar de clima. Un ejemplo es Soy un espejismo.

–Esa velocidad nos costó, porque no queríamos que los cambios fueran resueltos de manera paródica o a través de un chiste. Nos pasó en Sombra de conchas, una falta de respeto en continuado. No sabía cómo hacer ese monólogo, pero cuanto más me involucro me doy cuenta de que debo tomarlo en serio. Para Urdapilleta, el deseo es una baba y plantea cosas tremendas. En paralelo a este espectáculo sigo con mis clases de actuación y los seminarios intensivos sobre la construcción de monólogos. Descubrí cuánto se aprende en la relación con los alumnos. Estoy trabajando con mi hermano Ramiro en una obra suya, La voluntad de los monstruos, y terminé una obrita mía que me gustaría estrenar. Los personajes son una enfermera y una chica con problemas psiquiátricos. Trabajé como ayudante terapéutica en un psiquiátrico y me tocó acompañar a una señora que había tenido un brote psicótico. A la semana del brote, hice el acompañamiento. Me llevaba cinco horas bajarle el delirio. Sentía mis propias contradicciones y ganas de reaccionar mal.

–Otro deseo inconfesable...

–En esa mujer, el delirio se manifestaba en actitudes insólitas, como armar un nuevo calendario para el mundo, hablar con gente inexistente, decir que a mi espalda había alguien cuando no lo había... A partir de esa experiencia escribí la obrita sobre la chica internada y la enfermera. En un documental sobre cine, el director alemán Werner Herzog decía que los directores deben hacer otra cosa además de ese trabajo porque pueden volverse locos. Estudiar psicología me ayuda a salir de la locura de hacer teatro, que no es todo mi mundo, aunque me da libertad. Por eso, en los ensayos, cuando hay pelea entre los compañeros, les digo que si no hacemos esto con felicidad no tiene ningún sentido. Esto lo fui aprendiendo desde chica. Eramos niños cuando con Ramiro jugábamos a crear historias de siete universos con siete reyes. Nuestro juego se llamaba Azul y nos servía para elaborar lo que nos estaba pasando.

* Vivo Urdapilleta. Elenco: Sofía Guggiari, Mariano Kevorkian, Sara Llopis, Nahuel Vec y Pablo Toporosi. Fotografía: Mariana Sapriza Morán. Dirección: Sofía Guggiari. Lugar: En el bar de La Casona Iluminada, Av. Corrientes 1979. Funciones: sábados a las 23. Entrada: 50 pesos.

Fuente: Página/12

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