Melancolía y manifestaciones


Todo sobre mi madre

Una madre (y profesora universitaria, y esposa, y amante de la literatura) de 37 años tiene a su segunda hija que hoy tiene, casi, esa misma edad. La madre, desde hace 37 años, se enfrenta casi todos los días con situaciones depresivas (o, en su defecto, y según el relato de la hija, a una especie de euforia desmedida). Lo cual, más allá de sus propias habilidades naturales o adquiridas, ha hecho que se convierta en toda una especialista en tratamientos psiquiátricos, actos compulsivos, antidepresivos, melancolías extremas y hechos difusos.

Ese clic en su vida se produjo en 1976, tiempo del clic más brutal de la historia argentina. "Si se hiciera una lista de los deprimidos por el dictadura, ¿cuántos nombres habría en esa lista? ¿Treinta mil, cincuenta mil, un millón?" Quien se pregunta, quien se indaga y quien cuenta este recorrido es la hija. La hija se llama Lola Arias y esta experiencia de neto corte biodramático se llama Melancolía y manifestaciones .

Lola, como confesó en una charla/reportaje antes del reciente estreno, después de estar seis años manipulando vidas ajenas en escena (imposible pasar por alto Mi vida después o el trabajo que montó con mucamas de un hotel en Ciudades paralelas ), tomó la misma medicina y lleva a un escenario su propia vida, su propia visión de su historia (y sus melancolías y sus fantasmas y sus euforias). Tanto, que aparece ella en escena como la narradora de este tránsito por rutas turbulentas.

A metros de ella, hay una cajita de madera (Mariana Tirantte la hizo; Matías Sendón, la ilumina) a donde entra y sale quien asume el papel de su madre: Elvira Onetto. Es ahora "El" Onetto la que habla. En verdad, es la que mueve los labios mientras se escucha la voz de la mamá de Lola (puede ser que al principio ni te des cuenta de ese logrado distanciamiento, poco importa). La mamá de Lola (en verdad, quien hace de ella) está acompañada por cuatro viejitos que cumplen un rol fundamental en el armado de esta especie de rompecabezas de lo íntimo que despliega cientos de formas y sentidos (un barrido que va desde lo ético hasta lo estético pasando por lo político, mezclándose, en todas sus capas, con las emociones más profundas, las más básicas y las más perturbadoras).

El álbum viviente de fotos en el que se transforma la cajita de madera incluye imágenes y proyecciones de la madre de Lola (impecable trabajo de Nele Wohlatz). Las cuatro paredes devienen así en el teatro de operaciones donde se expanden los pasos transitados en una cuidadísima selección de objetos y vestuario. Todo en esta experiencia entabla un diálogo interno de una espesura y una capacidad de síntesis de enorme potencia. Los elementos literarios, la recreación del universo evocado, la música interpretada en vivo de Ulises Conti, la poética visual y el conmovedor trabajo de Onetto no dan respiro.

Melancolía y manifestaciones compila 37 años de vida en una hora. Parece poco para tantos vaivenes, tantas lecturas, tantos sentidos que se disparan por ahí. Sin embargo, a los días, puede suceder que algo siga rondando en un lugar de por ahí. ¿Será el fantasma inevitable de que esa maldita flecha de la depresión nos pegue justo acá, en nuestro talón de Aquiles? De ser así, la talentosa Lola Arias parece exorcizarlos con este despliegue poético absolutamente conmovedor.

Fuente: La Nación

Sala: Cultural San Martín

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