Más de 100 mentiras



Son los reyes del burdel

El musical con canciones de Joaquín Sabina está bien apuntalado desde los intérpretes.

Amores desencontrados, prostitutas, malandrines, venganza. Son los ingredientes narrativos clave del musical de David Serrano, Fernando Castets y Diego San José, cuyos personajes surgieron de algo más de una veintena de canciones del cáustico Joaquín Sabina. Encarada la versión para la Argentina por Castets, la historia de Más de 100 mentiras ofrece un desarrollo sencillo. Que sirve para reflejar la trampa que cuatro seres marginales le tienden a un mafioso que fue el culpable de la muerte de un amigo de ellos y de que otro haya ido a parar a la cárcel. Los vaivenes sentimentales completan el panorama argumental.

Sin ninguna duda, la atracción mayor del espectáculo son los números musicales construidos alrededor de los prototipos mencionados. La variada y dinámica concepción de la danza de Elizabeth de Chapeaurouge le imprime un tono especial a los distintos cuadros, que cuentan con el aporte de doce bailarines que exhiben un valioso nivel de calidad. Compartiendo muchos de esos tramos, las expresivas voces como cantantes de Christian Giménez, Sebastián Holz, Carlos Silveyra, Luz Cipriota, Rodrigo Segura, Diego Hodara y Daniela Pantano redondean pasajes impecables.

En ese sentido, Yo quiero ser una chica Almodóvar, que juega con actrices y títulos de películas del realizador manchego, con Cipriota; 19 días y 500 noches, al ritmo de un aire netamente español, con Giménez y ensamble; Pacto entre caballeros, tema en el que participan cuatro de los actores; Una canción para la Magdalena, con el singular lucimiento de Segura, solo en el escenario; y Contigo, con Cipriota, se constituyen en los momentos más relevantes.

Desde el ángulo específico del relato es particularmente sólida la secuencia en que, a modo de flashback, se alternan con diferencia de segundos la evocación de una relación de pareja, con la descripción que de ese instante íntimo hace uno de los amantes, como también la escena de las prostitutas rodeando a un cliente, y la cálida charla secreta de un hombre y una mujer que recuerdan un juramento adolescente.

A pesar de que la parte musical brilla con amplio margen sobre una simple historia, resultan solventes las composiciones de los citados Giménez, Holz, Silveyra (de buscado parecido con Sabina, bombín incluido), Segura, Hodara y Néstor Sánchez, correctamente acompañados por Cipriota y Pantano. La puesta del español David Serrano revela un manejo aceitado entre bailes-canciones y actuaciones, sin perder de vista el clima áspero del negocio del sexo.

Más allá de los méritos apuntados, a este musical le habría venido bien acortar su duración (2 horas, 20 minutos, sin sumar el intervalo), eliminando ciertos pasajes prescindibles (que los hay) o sacrificando alguna canción. Igualmente se hubiera mantenido intacto el espíritu de Sabina, plasmado en ese par de frases que hablan de “más de 100 pupilas donde vernos vivos / más de 100 mentiras que valen la pena”.

Fuente: Clarín

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