Krapp, la última cinta magnética


Un gran actor para un gran texto

Walter Santa Ana realiza una magnífica composición en la obra de Beckett que dirige Juan Carlos Gené

Krapp está tan estropeado que puede tener cualquier edad, entre los ochenta y la muerte. De sus bolsillos y de los cajones de su dilapidado escritorio, colmado de libros y papeles, brotan los objetos más heterogéneos: trozos de piolín, peras de goma, un rollo sin terminar de papel higiénico, fragmentos de utensilios irreconocibles, facturas, bananas, cintas de grabadora. La grabadora -un mamotreto de museo- señorea sobre el escritorio, mientras Krapp busca, fatigosamente, el carrete número cinco que estaría en la caja número tres. En la búsqueda, va descartando y arrojando al voleo todas aquellas cosas que, al parecer, ha ido acumulando sin ton ni son, por desidia o porque pensó que eventualmente las necesitaría. Encuentra por fin la cinta esquiva y comienza a escucharla. La grabó cuando tenía treinta y nueve años.

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