Krapp, la última cinta magnética


Arqueología de las palabras

Un recuerdo atraviesa al achacoso y desaliñado Krapp en la soledad de su cuarto. Cae la tarde y el hombre que dice haber deseado ser alguien y reventado los ojos leyendo se entusiasma y busca afanoso en los cajones de un escritorio sobre el cual se encuentra un viejo grabador. En ese único mueble descubre objetos que no le interesan y otros que, por el contrario, lo animan a explorar con alegría infantil el lugar en sombras que habita. Un abultado cuaderno ayudamemoria depositado sobre la mesa le sirve de guía en la búsqueda de aquello cuyo recuerdo le iluminó por un instante el rostro y le arrebató cansancio al gesto. Se trata de una grabación hecha décadas atrás en la que ha registrado con su propia voz episodios de su vida. Algunos no lo favorecen y entonces dirá que ha sido un cretino. Sus sarcásticas observaciones no implican una corrección: desde su presente cualquier cambio sería un error.

Despojado del narcisismo que probablemente lo sostuvo durante años y que ahora se ha quebrado, el hombre escucha y comenta con sorna esas otras realidades del pasado, “¿Canté alguna vez de muchacho? No. ¿Canté alguna vez? No”. La frase se desgarra en la puntuación, y el Krapp sensible a la felicidad cada vez más esquiva toma un trago de la botella que guarda en la penumbra mientras la noche avanza.

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