Manifonías; tocata y fuga para títeres


Concierto para tela y madera

Por Laura Pérez Diatto

Modesto Vozenoff (Mariano Cossa) es un célebre músico que se dispone a dar un concierto para guitarra. Pero su intento se ve interrumpido –más bien asaltado– periódicamente por tres personajes de tela que no alcanzan la categoría de animales aunque podamos asignarles conceptos en virtud de sus formas, colores o atributos.

Un atril y una partitura son los únicos elementos móviles que componen la escenografía. Y son –por eso mismo– las mismas piezas que los títeres le irán sacando a Vozenoff para construir un objeto con el que nos sorprenderán al final. El humor viene de la mano de la interacción entre el concertista y los títeres, que uno a uno irán saliendo a escena para hacer reír, enternecer y deleitar durante 50 minutos.

A medida que la obra avanza, Vozenoff tratará de interpretar en la guitarra las partes de un concierto peculiar hasta que ya no pueda hacerlo porque no tendrá cómo. Quizás sin proponérselo, los autores enseñan para qué sirven un atril y una partitura, ya que el músico pasará las de Caín para seguir adelante con su concierto sin estos objetos.

Las únicas palabras significativas en la obra Manifonías, que cuenta con dirección de Néstor Caniglia, son aquellas que designan a las partes del concierto y constituyen sin dudas un hallazgo: tomando como base los nombres reales de estos segmentos, les agregan simpáticos adjetivos calificativos como al “andante leudante”. El resto de las palabras que se oyen son apenas sonidos que remiten a palabras; y, lo mismo que ocurre con la música, son universales.

Los títeres y la escenografía fueron hechos por May Zanone y Sebastián González como parte de un largo proceso creativo al cabo del cual nacieron ellos: el Capataz, el Triángulo y Brócoli, como les gusta llamarlos a sus artífices. Son manejados de manera impecable por Sandra Antman y Mario Marino –titiriteros de larga trayectoria– quienes además de darles vida les prestan su voz y logran darles expresiones y sentimientos sumamente elocuentes a muñecos de tela y madera.

A pesar de ser la primera vez que Cossa, Antman, Marino y Caniglia trabajan juntos, se nota en infinidad de detalles de la puesta en escena que le preceden muchas horas de ensayos. Blog Teatro los reunió para hablar sobre esta obra orientada al público infantil desde los 5 años, que se puede ver en la Sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes hasta el primer fin de semana de noviembre inclusive.

¿Qué dificultades tuvieron a la hora de llevar a la práctica la idea?

Mariano Cossa: Las dificultades y las ventajas vinieron por el mismo lado. Es un grupo bastante heterogéneo aunque todos venimos del teatro: Néstor viene de una especialización en clown, Mario es titiritero de carrera, Sandra viene de la actuación y es la que más experiencia tiene en títeres –en este grupo y a nivel nacional también– y yo vengo de la música. Cada cual tenía metodologías de aproximación distintas, además de las personalidades de cada uno. Entonces, tal vez la dificultad fue partir de una obra no escrita, abordándola desde todos estos puntos de vista, y fue a la vez su ventaja, porque asegura diversidad y riqueza de lenguaje. Había ensayos en donde no se resolvía nada; muchos en donde parecía que retrocedíamos, y otros en donde, luego de tres horas de trabajo, resolvíamos apenas dos minutos.

¿Está valorizado el teatro de títeres en Argentina?

Sandra Antman: El teatro de títeres sigue muy afirmado junto al público infantil. Cuando nosotros hacemos teatro de títeres para adultos, estos, a pesar de la hora y de la temática, siguen concurriendo con sus hijos.

En 1984, cuando yo empecé con los títeres, había en Buenos Aires sólo una escuela en Avellaneda, que además de títeres enseñaba otras cosas. Desde entonces se creó la Escuela de Titiriteros del Teatro San Martín y hay una Diplomatura en la Universidad de San Martín (UNSAM), con lo cual hoy hay muchísima gente que hace teatro de títeres para adultos. Pero el público tiene mucho prurito todavía a la hora de ir a ver un espectáculo con títeres.

¿Cómo es la experiencia de darle vida a un muñeco?

Sandra Antman: Es alucinante. Tener un títere puesto en el brazo y estar oculto detrás de un retablo es muy loco. Toda la energía sale de acá (se señala el brazo) y es mi prolongación, y el títere movido, interpretado, tiene vida. Para mí darle vida es alucinante, es magia pura.


Manifonías. Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815, sábados y domingos, a las 17. Entrada: $25.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andrea Gilmour

Alejandra Darín y Osmar Núñez: Un informe sobre la banalidad del amor

Daniela Nirenberg