Héctor Malamud

El adiós a un grande de la escena

Gran conocedor del arte de la escena, el actor y director Héctor Malamud supo destacarse tanto en los protagónicos como en los papeles más modestos. Lo puso de manifiesto a través de los canales masivos del cine y la TV (Televisión por la Identidad y El hombre que volvió de la muerte), pero sobre todo en el teatro, ámbito en el que se formó bajo la guía del director Oscar Fessler, uno de sus más apreciados maestros del Instituto de Teatro de la Universidad. Ese conocimiento unido a su capacidad para el juego escénico le permitió cruzar lo cómico y lo serio sin perder el eje de la historia que deseaba contar, y hacer suyo aquello de “jugar para crear, crear para reír, reír para crecer”. Frase modélica aplicable a los espectáculos para chicos. Resultado de esto fue Un cabaret infantil, que dirigió. Una forma de hacer teatro bien distinta de la hoy mítica performance del Museo de Arte Cómico, de 1994, que él mismo “fundó” en el desaparecido centro cultural Babilonia.

Su destreza para adentrarse en los mecanismos del humor lo acercó en ocasiones a uno de sus más queridos referentes, el genial Copi, seudónimo del dibujante y humorista Raúl Natalio Damonte Taborda, cuyo diálogo surrealista lo apasionaba. Malamud trató personalmente a Copi durante su estadía en Francia, cuando este escritor y dramaturgo era ya la vanguardia teatral parisina, junto a los directores argentinos radicados en París Jorge Lavelli, Víctor García, Alfredo Arias y Jérôme Savary. La sabiduría adquirida durante sus años en Europa (alrededor de veinte, si se cuentan los seminarios dictados en Italia, España y Suiza) le dieron aún mayor carnadura al personaje que en uno de sus regresos a Buenos Aires compuso en Una visita inoportuna, obra de Copi estrenada en el San Martín, con Jorge Mayor como protagonista y dirección de Maricarmen Arnó.

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