El calor del cuerpo


Nota del 28 de noviembre

Habitantes del paraíso terrenal

Una puesta de Agustina Muñoz, en la que lo plástico cumple un papel central

Rara. Esta sería tal vez la palabra que mejor describiría la propuesta de El calor del cuerpo . Y lo es por varios motivos. Uno de ellos es, sin lugar a dudas, el espacio escénico que nos presenta una especie de playa paradisíaca muy alejada de las habituales escenografías y decorados teatrales porteños. Pero, por otro lado, también lo es porque en lo que hace al diseño escenográfico no hay una firma de un escenógrafo sino, por el contrario, la de un artista como Manuel Ameztoy, quien ofrece una instalación de la que son arrojados y ante la que se mueven los cuatro personajes de esta historia.

Desde el nivel del relato, la obra exhibe a dos jóvenes mujeres y un hombre que ven transcurrir la vida mientras preparan frutas para vender a los turistas. Es interesante, en términos teatrales, cómo se conjuga aquí la falta absoluta de acción en el sentido convencional del término: son seres arrojados del mundo, habitantes del paraíso terrenal, pero imposibilitados de encontrar (ni siquiera son conscientes de esta falta) algún tipo de norte para sus propias vidas. Los únicos sobresaltos les vienen por la presencia de un hombre "viejo", que oficia como la única amenaza existente por su potencial abandono por motivos amorosos.

Más en La Nación

En El Camarín de las Musas. Viernes, a las 23. Duración: 70 minutos.

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