Ya no pienso en matambre ni le temo al vacío


Nota del 10 de octubre

Un delirante mundo de perdedores y solitarios

Patricio Abadi escribió monólogos muy sólidos

La soledad en su máxima expresión es la que busca retratar Patricio Abadi en esta propuesta que reúne a un grupo de perdedores en una suerte de cabaret olvidado en el medio de alguna ruta del interior. Carne-vil se llama ese pequeño tugurio por donde pasan casi sin querer los seres que le dan vida, y mucha, a la obra. En un tono que resulta la sumatoria de varios, Abadi construyó su relato a partir de sólidos monólogos que, en definitiva, hablan más o menos de lo mismo: el desamor, la incomprensión, el abandono, el deseo.

Así, aparece Marucha (Eugenia Iturbe), una chica de tierra adentro a la que le gusta cantar y arrastrar las erres. El trabajo de Iturbe parecería que va por carriles paralelos, entre sus emociones y el delirio de los textos que tiene su canto, lo que le da un grado de ternura arrasadora a la vez que le otorga alguno de los momentos más divertidos de la obra. Sergio Barattucci, en el papel de Roast Beef, es protagonista de otro buen momento: su criatura recuerda un encuentro amoroso casi surrealista con una ex compañera de trabajo a la que, evidentemente, no puede olvidar. Altas dosis de un erotismo verbal desmesurado que provoca el mismo nivel de risa en el público.

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Teatro El Piccolino, Fitz Roy 2056 (4779-0353). Entradas: 20 y 25 pesos. Viernes, a las 23.15.

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