Semana Internacional de Teatro "Al pie del Aconcagua"


Se levantó el telón en la primavera mendocina

Participan compañías argentinas e internacionales

MENDOZA.- A casi nadie en Mendoza le llama la atención la terca persistencia del sol sobre la provincia, pero vaya a saber qué habrá pasado estos primeros días de la Semana Internacional de Teatro "Al pie del Aconcagua" que hasta los propios mendocinos estaban sorprendidos de tanta buena ventura con el clima. Es que, como si la primavera estuviera mucho más que recién iniciada, invitados y anfitriones del encuentro teatral disfrutaron de cielos límpidos y temperaturas templadas hasta altas horas de la noche, lo que invitaba a buscar alguna mesa puertas afuera para tomar algo y compartir pareceres e impresiones.

La primera jornada, el último miércoles, dejó rebotando en la memoria el tremendo trabajo, casi de ingeniería, que demandó Fierro , la mirada titiritera, irónica, cruel sobre la obra de José Hernández que llevaron a un magnífico retablo Claudia Peña y Fernando Arancibia, un matrimonio de salteños que integran el grupo La Faranda. Este Fierro fue atrevido, corajudo y lanzado, lo que el público mendocino festejó sin retaceos, pero sobre todo dejó al descubierto no sólo un tremendo talento, sino el amor que esta dupla de actores/manipuladores tienen por su tarea. No hay otra manera de explicar, si no, el nivel de detalle de los muñecos, de las maquetas que han puesto en juego para contar esta vieja historia. Puede que, por momentos, haya alguna reiteración de recursos, que se estire apenas más allá de lo necesario, pero nada hace mella a la emoción que dejan flotando estos dos intérpretes cuando, solitos su alma, salen a saludar desde adentro de un mecanismo de relojería que impacta con sólo mirar. Otra propuesta de ese primer día estuvo en manos de la mágica payasa española Pepa Plana que se plantó en el teatro Quintanilla para narrar Giulietta , la historia de una payasa que decide contar ella sola el shakesperiano drama de Romeo y Julieta interpretando a quien haya que interpretar. A pura gracia, encanto, desparpajo e increíble manejo de la improvisación, Pepa Plana supo meterse en sus enormes bolsillotes de payasa a la platea del teatro que, literalmente, deliró de placer.

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