La marea


De conflictos, pudores y rarezas

Desde Japón, el director Mariano Pensotti cuenta su experiencia de montaje.

La primera vez que vinimos a Japón fue con Mariana [Tirantte, escenógrafa] para seleccionar la calle donde se va a hacer la obra. De vuelta empezamos a trabajar junto a Matías [Sendón, iluminador] en la adaptación a estos espacios.

Paralelamente yo empecé a trabajar con una traductora-dramaturga de Tokio para adaptar los textos. Fue bastante complejo. En general siempre lo es, porque la obra está llena de referencias locales que se cambian en cada lugar, pero esta vez fue la adaptación más radical. A veces nos enfrentábamos a cosas complejas, como, por ejemplo, cuál podía ser un suceso análogo a la dictadura argentina en la historia de Japón; otras veces chocábamos con diferencias culturales fuertes a partir de un detalle: en una escena de la obra se cuenta que el personaje volvía de una temporada en la Cordillera tratando de tener un contacto con los cóndores. En Japón no hay cóndores, obviamente, entonces la traductora me propuso una serie de pájaros que podían usarse. Yo le respondí que eligiera ella el que le parecía que podía ser el mejor para "representar la libertad" de un animal salvaje para el personaje. Y ella me replicó que era difícil porque en verdad en Japón el concepto de "libertad" es algo reciente, que se incorporó a partir del siglo XIX, y que la palabra que tienen para designarla es la adaptación de una palabra extranjera y, por ende, no es muy utilizada.

Ahora que estamos empezando la etapa de los ensayos con los 16 actores japoneses tenemos otra serie de situaciones a resolver: la escena del beso, por ejemplo, en la que una pareja se besa en una esquina por primera vez y es un largo beso mientras se pueden leer los pensamientos de cada uno, es algo difícil de hacer acá porque besarse en público es algo que aparentemente NADIE hace y que incluso a los actores les da mucha vergüenza representar.

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