El testamento del sastre


Las dos versiones autónomas de un viaje en el tiempo

Es interesante el texto de Michelle Oullette

El tema de la peste, desde Sófocles a Camus, pasando por Dragún, por citar sólo a dos grandes autores universales y a un argentino que le supieron sacar buen partido, ha sido muy productivo en teatro. Y lo ha sido por su extraordinario poder simbólico, por la multiplicidad de significados que se le pueden atribuir a una sociedad diezmada por un mal contagioso. Un cuerpo social es susceptible de ser corroído por un virus, pero también por la guerra, el egoísmo, la codicia o las disputas de poder.

La historia concebida por el autor canadiense Michel Ouellette hilvana dos pestes: la ocurrida en la villa de Eyam, en Derbyshire, Inglaterra, en el siglo XVII, y una que azota a cierta ciudad del futuro no identificada donde los pasos de frontera están controlados por un sistema de cibervisión o gran panóptico muy sofisticado que vigila todos los movimientos de la gente. En este lugar, los atacados por la plaga son encerrados en un lazareto similar a un campo de concentración.

El enlace entre las dos épocas lo realiza el comerciante llamado Flybotte, una suerte de mensajero del tiempo, que ha encontrado en la casa de un anticuario el testamento de un sastre atacado por la peste en Eyam y lo entrega a Mouton, otro profesional en el arte de vestir a las personas en la ciudad del futuro, para que lo lea y vea si quiere cumplir su mandato. La circularidad del relato parecería sugerir que las peripecias del hombre, los estigmas de su infelicidad, se repiten como una pesadilla inmune a los cambios de la tecnología o las vestiduras propias de cada época.

Más en La Nación

En La Carbonera, Balcarce 998.

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