Guillermo Cacace: Stéfano


Las oscuridades de Discépolo

El director sostiene que, a pesar de haber sido escrita en 1928, la obra conserva resonancias con poderío en el presente.

A 80 años de su estreno, Stéfano, de Armando Discépolo, volvió a escena con el grupo Apacheta, bajo la conducción de Guillermo Cacace, en la sala del mismo nombre ubicada en Pasco al 600. La obra, considerada el primer grotesco criollo en virtud de que su autor ya se apartaba del modelo inspirador instaurado por el italiano Luigi Pirandello, se centra en el sufrimiento de un hombre que tiene una imagen de sí mismo muy diferente a la que proyecta hacia el afuera. Es que Stéfano, un músico napolitano afincado en Buenos Aires desde hace años, continúa pensando en hacer realidad sus sueños de juventud, sin darse cuenta de que desde hace tiempo no es capaz de concretar la ópera monumental que había imaginado escribir. Cuando la acción comienza, el viejo protagonista es echado de la orquesta de la que forma parte, sin comprender que su desgracia proviene de su incapacidad musical. Todo lo atribuye a la envidia de los demás, a la traición de quienes comenzaron su carrera después que él. Este desajuste lleva al protagonista a aislarse de su grupo familiar y a quedarse fijado en el tiempo, motivo de la fusión de elementos cómicos y trágicos en el desarrollo de la trama. Sin modificar el texto original (es decir, con ese castellano italianizado característico del grotesco discepoliano) para su puesta, Cacace recurrió a tres generaciones de actores: Raúl Ramos, Carmen Luciarte y Jorge Nicolini, en los roles del protagonista y sus respectivos padres, Silvia Dietrich y Antonio Bax, como su mujer y su compañero de orquesta, y Sol Cintas, Andrés Molina y Miguel Sorrentino, como sus hijos.

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