El diario de Anna Frank


"El diario de Anna Frank": obra emotiva, sin golpes bajos

El estremecedor testimonio que brindó Anna Frank a través de su diario no sólo contribuyó a preservar la memoria el Holocausto con mayor eficacia que las evidencias presentadas en los juicios de Nüremberg -tal como lo señaló el periodista holandés Jan Romein, en un artículo publicado en abril de 1946, un año antes de que el libro fuese impreso- sino que también debe su vigencia al precoz talento literario de su autora.

Durante dos años esta adolescente de origen judío alemán vivió escondida en los fondos de un edificio de oficinas ubicado en pleno centro de Amsterdam, junto a sus padres, su hermana Margot y cuatro personas más. Como es sabido el grupo fue apresado por los nazis en agosto de 1944, a raíz de una delación y el único que pudo sobrevivir a los campos de concentración, una vez finalizada la guerra, fue el padre de Anna.

Las ominosas condiciones de encierro a las que debieron adaptarse antes de ser capturados no impidieron que Anna reflexionara sobre su vida, sus afectos y su tránsito a la adolescencia con una lucidez envidiable, mientras describía en detalle -y también con cierta malicia- el curioso microcosmos en el que vivió entre sus 13 y 15 años de edad. Todo esto sin evitar la autocrítica (el rechazo que sentía hacia su madre la torturó sin descanso) ni los ataques de furia frente a los defectos y mezquindades de sus compañeros de refugio.

La pieza de Frances Goodrich y Albert Hackett ( guionistas de grandes éxitos del viejo Hollywood, entre ellos « Siete novias para siete hermanos» de Stanley Donen y «¡Qué bello es vivir!» de Frank Capra), fue estrenada en 1955. La versión que dirige Helena Tritek se basa en la adaptación que realizó Wendy Kesselman en 1997, que por lo visto, contribuye a que todos los personajes resulten mucho más cercanos y dueños de un perfil psicológico de mayor relieve y con problemas personalesque van más allá de su condición de perseguidos.

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