Desdichado deleite del destino


Estupendos actores animan una dura obra de Roberto Perinelli

Don Pancho es un entendido en rosicultura y nunca pierde oportunidad de vanagloriarse de su saber. Por eso, cuando descubre que las hormigas depredaron sus rosales, estalla en una furia olímpica. La pobre Zulema -principal encargada de echar veneno en cada arbusto- sólo puede responder con tímidos balbuceos al capcioso interrogatorio de su padre, mientras le ceba mate con amorosa dedicación. Pero a esta altura, él ya está dando indicaciones por teléfono al equipo de fútbol que entrena.

De entrada nomás, se percibe que este hombre de barrio, apasionado y vital, gusta de humillar al prójimo y de ejercer el autoritarismo cada vez que puede. Basta con observar la atormentada sumisión de la hija, testigo a la fuerza de las desagradables acusaciones e injurias que Don Pancho le dedica a su esposa («esa yegua»). La llegada de un vendedor de cds, rengo y algo confianzudo, contribuye a enriquecer el juego actoral, hasta ese momento concentrado en la relación amo-esclavo que mantienen padre e hija. El «duelo» que se establece entre Don Pancho (Nacho Vavassori) y el joven buscavidas (Nelson Rueda) no tiene desperdicio. El primero despliega una simpatía arrolladora sin soslayar las facetas más oscuras de su rol; mientras que el segundo se revela como un comediante muy dúctil. Causan gracia los frustrados intentos del vendedor por amansar al ogro, ya que su torpeza provoca el efecto contrario, hasta que finalmente logra que el otro mueva las caderas con un disco de «Los Wawancó».

En Ámbito Financiero

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