Las encadenadas


La lluvia que trae un drama de otros tiempos

Una mirada sobre la obra “Las encadenadas”, escrita y dirigida por Juan Mako.

Por Hernán Salcedo

Una localidad en el suroeste de la provincia de Buenos Aires. Dos mujeres de unos 50 años dan las últimas puntadas a su jornada laboral ante la proximidad de una tormenta. Si se apuran, pueden irse antes de que se largue la lluvia. La particularidad es que son empleadas del crematorio del pueblo. Les queda “terminar” un cuerpo y se van.

Esther, encargada de la tarea física, es la que trabaja con el horno y los muertos. Graciela, responsable de lo administrativo, toma nota, ordena planillas, lleva el archivo. Ninguna de estas dos mujeres sabe todavía que un llamado inesperado del jefe las convertirá en protagonistas y testigos de un hecho histórico para un pueblo y sus habitantes, marcados por la venganza. La lluvia trae un drama de otros tiempos.

El agua atraviesa todo. Puede arrasar un campo entero, se desliza entre la arena con rapidez, atraviesa las paredes de una casa con lentitud. ¿El pasado puede comportarse como el agua? Juan Mako escribió y dirigió “Las encadenadas”, una obra que primero plantea un universo escénico bien definido, luego muestra personajes complejos y los relaciona con diálogos creíbles y naturales, y finalmente despliega una narración con condimentos de policial que despierta intriga.

La tesis que parece sostener esta propuesta teatral es que no es posible cremar la historia. Aunque el paso del tiempo hace lo suyo al ritmo de las décadas, las generaciones cargan con las tragedias de sus antepasados. Mako se dejó inundar por un hecho que marcó a una localidad que alguna vez fue un balneario de moda y hoy sólo es un un pueblo fantasma en ruinas. Una ciudad-cementerio. La muerte devenida en espacio escénico.


“Las encadenadas” es una mezcla de ficción con documental. Además de contar una historia muestra un vínculo especial entre dos mujeres que abre la puerta a varias preguntas. ¿Qué ocurre en las mentes de dos personas que trabajan diariamente en un crematorio? ¿Cómo son sus vidas fuera de ese espacio? ¿Qué idea tienen de sí mismas cuando su tarea es recibir muertos para transformarlos en cenizas? ¿Están solas, aman, tienen vidas normales? ¿Cómo entra en juego lo emocional en el ámbito del cementerio?

La obra da algunas pistas sobre estos interrogantes pero no es lo que necesita el relato dramático para transcurrir. El texto sugiere. Eso lo hace poético y es el logro principal de la dramaturgia de Mako.

Hay otra pregunta que sí tiene una respuesta concreta porque está basada en hechos reales: ¿qué pasó en Epecuén? Esa localidad estaba en un una zona de lagunas que, como la obra, se denominan “encadenadas”. En 1985, la inundación obligó a que todos los habitantes abandonaran el lugar.

Más allá de que fue un año en que el territorio bonaerense sufrió una de las peores inundaciones de su historia, se sabe que hubo responsabilidad política. Porque la tragedia fue la consecuencia de la decisión de construir un canal, obra que fue suspendida por la última dictadura militar. El pueblo pasó muchos años sumergido hasta que las aguas bajaron y los restos del pueblo quedaron a la vista.

Con ese contexto, Mako pone en escena una historia lineal, sin saltos temporales, con logrado suspenso. El ambiente donde transcurre la obra es lúgubre. La escenografía de Sol Soto se destaca, está muy lograda, crea un espacio visible y permite imaginar el lugar donde funciona el horno crematorio. La escenografía aporta signos sugerentes que generan atmósfera y facilitan el fluir del relato.

Aunque parece difícil creerlo, en un crematorio hay lugar para lo cotidiano. Ahí la responsabilidad es de las interpretaciones de las dos actrices, que se ven creíbles. Sus personajes conversan, una fuma, el otro toma mate, hay momentos de humor, mientras canciones de Sergio Denis hacen de banda sonora inimaginable en un lugar así.

Cecile Caillon y Mónica Driollet fluyen con la naturalidad del agua que es la metáfora obligada en esta obra. El pasado que inunda, la lluvia que es telón de fondo, la vida que primero ahoga y luego se evapora.

Irrumpen en la cotidianidad recuerdos y secretos escondidos. La llegada de Arismendi, el director del cementerio -interpretado en algunas funciones por Claudio Depirro y otras por Diego Torben-, altera la calma y desata otra tormenta.


La obra puede verse los viernes, a las 21, en Abasto Social Club, ubicado en Yatay 666, CABA. Entrada general: $250 (estudiantes y jubilados $200). Reservas en www.alternativateatral.com

Las encadenadas
Actuación: Mónica Driollet (Graciela), Cecile Caillón (Esther) y Claudio Depirro / Diego Torben (Arismendi)
Escenografía: Sol Soto
Vestuario y caracterización: Paola Delgado
Iluminación: Alejandro Le Roux
Diseño sonoro y fotografía: El Pájaro Films
Asistencia artística: Tobías Cortés
Supervisión dramatúrgica: Gabriel Fernández Chapo
Producción: Otra| Producciones Escénicas
Dramaturgia y dirección: Juan Mako

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