Maldita canalla la soledad


Una dupla entrañable que conmueve al espectador

Buenos Aires es una fábrica de ficciones. Aquí se crean y circulan historias de todo tipo. En el cine, en el teatro, en la literatura, uno puede distinguir en los porteños una pasión que nos reúne: la de compartir un relato, la de seguir a un personaje -sus aventuras y mundos interiores- y poder ahí encontrar un reflejo de los nuestros. Maldita canalla la soledad forma parte de esas obras donde el placer de relatar está siempre presente. Dos actores-clowns, Victorino Luján y Pablo Gershanik, vuelven a Buenos Aires a contarnos una historia de amistad, a veces cómica, a veces reflexiva. Habitantes de un pueblito mínimo, Medoro y Vitalizio ensayan a través de milagros improbables convencer al obispo y a algunos peregrinos que van esporádicamente en tren al pueblito de enfrente sin pasar por el de ellos de que algo mágico se está produciendo ante sus ojos y que merece ser visto, y así salvar a su pueblo de un destino que parece condenado a la soledad. Para esto, Daniele Finzi Pasca, autor y director (Corteo del Cirque du Soleil, Donka, Ícaro y las Ceremonias olímpicas de Turin y Sochi), crea un mundo íntimo, poético y absurdo, una suerte de teatro dentro del teatro donde estos entrañables personajes se debaten sobre cómo hay que actuar, una vez que logren convocar al respetable, el particular milagro para no estar más solos. Un dúo imperdible en el corazón del teatro porteño.

Maldita canalla la soledad

La Carpintería, Jean Jaures 858. El domingo, a las 20.

Fuente: La Nación


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