Yo no soy Amy


Amy, tan sola y desgarrada, su vida hecha un musical

Rostros cerca en el Maipo Kabaret con su ágape de mesitas amablemente promiscuas, piernas y codos que se rozan, charlas privadas servidas sin culpa junto a alguna copa mientras la espera es reunión. El show está por comenzar ahí, frente a nuestras narices, pero hasta que no despegue nadie en el bullicioso montón sabrá del todo si está en ese lugar por Amy Winehouse o por Mariú Fernández, o un poco por cada una de ellas. Al salir, tendrá razones para contar que Yo no soy Amy es el espectáculo de Mariú y no su excusa para subirse a un par de zapatos famosos.

En primer lugar porque cualquier tributo no humorístico corre el riesgo del ridículo si no se logra atravesar la pátina superficial del gesto. Y porque no debe ser tarea sencilla acercarse al estilo negro de una contralto cuando la que actúa es soprano dramática y, además, expresivamente inquieta y no casi hiérática como lo era la cantante británica, que murió en 2011 a los 27 años. En este debut como protagonista, la actriz, cantante y bailarina Mariú Fernández -destacada antes en Candombe nacional, Los productores, Sweet Charity, El pasajero, Tango feroz, Rent y, entre otros, Shrek- interpreta a su propia Amy Winehouse, la que armó de a sorbos, llamada por su voz oscura y el dolor que la alimentaba.


Aunque la conversación artística entre ambas empezó a escucharse en pubs en 2013, bajo la forma del tributo, Yo no soy Amy es mucho más que un recital de covers. Es una obra escrita por Osvaldo Bazán, periodista y autor de Y un día Nico se fue y Yiya, el musical, quien le dio forma a la historia poniendo sobre la mesa la identificación y el confuso desvarío Mariú-Amy/ Amy-Mariú: una poseída por la otra, atrapada en esa identidad atractiva llena de conflictos. Es un trazo bastante lineal que enhebra lo biográfico con los temas de los álbumes Frank y Back to black, sin cambios de vestuario ni interrupciones.

Acompañada por una banda de nueve músicos dirigida por Leandro Becker y con las intervenciones de los multifacéticos Manuel Victoria y Federico Coates -anfitriones, hacen también coros, bailan y actúan-, la protagonista pasa de un estado a otro, de la certeza del acá estoy a la duda de quien decide buscarse. Ese tour de force es la marca del director Dennis Smith (Negra, Boy Scout, Sally, una farsa), que estructuró un continuum en el que fluyen el unipersonal intimista, el homenaje, la comedia y el recital.

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Sin embargo, lo más sustancioso son las canciones en la voz y el cuerpo de la protagonista, que hipnotiza al público por el parecido a Amy aunque sin agotarlo: siempre queda abierto el espacio en el que asoma la angustia de ser y no ser otro. Ni más ni menos: dual y desnuda, lo que aflora en Yo no soy Amy es la verdad de la actuación.

En el final, el aplique de pelo y el moño característicos caen y, con ellos, el juego de personalidades que son sustento de la obra. Queda la intérprete, que es solo una, y el espíritu de un personaje que cada noche vuelve a tomar esa efímera vida en lo que dura una función.

Fuente: La Nación

Sala: Maipo Kabaret, Esmeralda 443 / Funciones: viernes, a las 22.30

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