El fin contrario a su naturaleza


Un amor que siempre termina mal

En algún momento, estar enamorado es dejar de pensar. Y si no, hay que ver a Federico -uno de los personajes de la obra El fin contrario a su naturaleza- sentado frente a una montaña de cocaína, con sangre en la cara, un arma sobre la mesa y un celular en la mano, con el que intenta reconstruir algo de una noche de descontrol. ¿Cómo llegó a ese estado? Por amor, claro. Porque perdió a la persona que pensaba era su salvación y, luego de probar con la autodestrucción, lo único que entiende es que está incapacitado de lograr algún razonamiento que le alivie el dolor.

Desde esa escena inicial, todo lo que sucede en la obra escrita y dirigida por Juan Crespo crece. Crecen la angustia, la desesperación, las situaciones bizarras, y también se potencia el humor, como un escape inteligente para salir de la solemnidad y reírse del sinsentido. Así que este hombre, vestido de negro, herido y encerrado en una habitación, intenta explicarse los motivos de su dolor y encontrar alguna forma de salvarse: la literatura, las drogas, otros vínculos, al final parecen todas excusas. Cada intento es un nuevo fracaso. Lo acompaña una mujer -no se sabe quién es- que no hace otra cosa que señalarle sus fallas y confrontarlo con el impulso suicida de llamar al ex. "El encuentro con un ex es el acontecimiento del propio fracaso", dice entre las innumerables sentencias que la obra plantea sobre el amor, el arte, el progresismo, la política, el universo esnob y la muerte.


Pero el delirio es cada vez más grande y las situaciones más extremas, entonces el auxilio catártico llega cuando se muestra la locura y lo único que funciona es reír: "¡No me escuches, no ves que soy una adicta!", dice la mujer que antes le había cuestionado a este hombre perdido que citaba frases de El extranjero, de Camus, como si fueran propias. Mientras lo dice, aplasta toda su cara sobre la mesa llena de cocaína como si fuera un payaso que se tira encima una torta de crema.

El fin contrario a su naturaleza es, además de su mirada ácida y desaforada sobre un amor que siempre termina mal, una obra inteligente, con permanentes referencias a libros, películas, artistas plásticos y autores de teatro.

"Seguro que a vos te gusta Marina Abramovic", le dice a un chico hipster, de anteojos grandes, que se toca el corazón apenas le nombran a la artista de la performance. Las figuras retóricas se aplican con habilidad en la puesta en escena y no es necesario usar apagones, música ni indicaciones temporales para entender que pasó el tiempo, que hay un flashback o que los personajes cambiaron sin avisar. Eso sólo se logra cuando desde la dirección no se busca subrayar.

Además de la intertextualidad, la obra gana poder con las actuaciones intensas de Mara Teit, Martín Pérez y Pablo Fetis, los tres expuestos al registro tragicómico y en pleno acto lúdico, porque en este espectáculo se pone en juego una vida oscura de drogas y descontrol, pero juego al fin.

Fuente: La Nación

Sala: Vera Vera Teatro, Vera 108. / Funciones: viernes, a las 23.15.

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