Damián Luna: Se siente otoño



Un resentido social con muy pocas pulgas

Por Hernán Salcedo

Un escenario repleto de hojas secas recibe a los espectadores. Hay algo de belleza triste en las hojas secas, en lo que alguna vez fue vida verde en un árbol y ahora es quietud marrón. Esa belleza y esa tristeza son la antesala de lo que va a venir.

En medio de la soledad de esas hojas, compartida con un banco de plaza y varios faroles, irrumpe el actor Damián Luna con su clown Cisneros para hacer de su propia soledad una continuación de lo que se ve en el espacio escénico. La obra “Se siente otoño” (viernes a las 23 en Espacio Aguirre), es una mirada sensible, poética y lúdica sobre el miedo a estar solo.

Bajo la dirección de Gastón Jeger, el clown de Luna se aferra a sus propias sensaciones, ideas y vacíos para atenuar lo que él mismo define como su “miedo a que lo olviden”. En esta entrevista con Blog Teatro, el actor cuenta cómo fue el proceso que terminó en este espectáculo y comparte pinceladas de lo que es su payaso, un ser sensible que salta del amor al odio con la volatilidad de una hoja en el viento.

¿Cómo surgió la idea de montar esta obra?

Hace algunos años, junto al director, vimos al clown italiano Daniele Finzi Pasca y nos maravilló su forma de encarar el trabajo. Siempre fantaseábamos con hacer algo y pensábamos en lo lindo que sería lograr ese vínculo con la gente, que es una mezcla de disfrute y risas y una carga emotiva muy fuerte.

El año pasado a ambos nos tocó participar de la obra “Tembleque”, cuyo eje era la temática del miedo y el coraje. En ese momento presenté un número, que finalmente no quedó en el espectáculo, donde Cisneros, mi clown, tenía miedo a que lo olviden. Esa fue la base que disparó lo que luego sería “Se siente otoño”.
                                                                                   
¿Cuál es el tema que atraviesa el espectáculo?

El espectáculo roza varias sensaciones y temas que fuimos encontrando en los ensayos, pero el principal es la búsqueda de aquellas cosas que a uno le faltan, como por ejemplo el miedo a la soledad y no tener a nadie. Se manifiesta la necesidad de dejar algo en el otro y si bien tiene cosas muy simples y claras hay otras que son de carácter oníricas cuya explicación la dará cada espectador con la percepción de lo que le provoque eso que ve. Pero para Cisneros sí está claro lo que sucede y todo tiene su porqué.

¿Por dónde empezaste, cuál fue el primer paso al encarar el proceso creativo?

Comenzamos haciendo un trabajo de escritorio. Tirábamos ideas y anotábamos cosas que tenían que suceder y por qué sucederían. Al principio ambos íbamos a actuar, habíamos ideado una historia de dos hermanos que tenían un vínculo perdido y se reencontraban, pero luego Gastón sintió que le gustaría probar dirigiendo y, si bien me pareció genial, no me agradaba mucho la idea de laburar solo. Hasta hoy me cuesta mucho pero lo tomamos como un gran desafío.

De entrada sabíamos qué queríamos contar y de qué manera, sólo faltaba ver si Cisneros se la podía bancar. Entonces hicimos una especie de pacto sin límites en los ensayos. Todo lo que se proponía se probaba sin juicio previo. Si había que soltar algo que no iba se soltaba y si había cosas que no salían pero que para el director eran importantes que estén se buscaba. Y si no aparecía en los ensayos y era necesario que esté se iba a seguir buscando en las funciones. En eso me daba tranquilidad el director, él tenía la seguridad de lo que quería y depositaba la confianza en qué iba a aparecer.

Siempre tuvimos en claro el norte de la obra y cuál sería la historia. Investigamos casi un año el cómo con muchos ensayos, pruebas y errores. Sabíamos que iba a ser mucho más rico lo que apareciera con el público.

Por otro lado también ayudó mucho que en el trayecto se sumó gente muy talentosa y profesional que aportó mucho a la obra. Luis Cagnacci en la asistencia de dirección; Jimena Vilacoba, que se encarga de que todo esté óptimo; Gisela Ranieri, que se mandó una escenografía del carajo; y Verónica Lanza con todo el diseño de luces, que es vital para generar climas.

“Se Siente Otoño” es eso, una obra con su historia pero también una suma de imágenes y sensaciones y de mucho trabajo en equipo.

¿Quién es Cisneros?

Es un resentido social con muy pocas pulgas, se saca por nada y es super rebelde a la autoridad, pero también es muy amable y compañero. Es el primero que te va a ir a pelear o a contradecir, pero si te caés es el primero que te va a dar la mano para que te levantes. Tiene esta especie de ciclotimia o inestabilidad emocional amor/odio. Es ácido y peleador, le encanta el quilombo pero necesita mucho de los otros. Él quiere tener amigos, novias, ama la música, adoraría ser un rockstar y dice lo que piensa, pero no por bajar línea sino porque es su verdad y así lo transmite. Le encanta sentirse un conquistador siendo muy ridículo en el intento pero también está muy sólo y eso le pesa.

¿Por qué decidiste hacer un monólogo con tu payaso?

No lo veo como un monólogo porque en la obra suceden varios vínculos, pero decidimos hacerlo porque era un gran desafío y seguro iba a dejarnos mucho aprendizaje. Eso sí, lo teníamos que hacer bien o mínimamente estar convencidos de qué era lo que queríamos mostrar. Tanto el director como yo tenemos muy cerca el efecto risa como eje del trabajo. Nos formamos con esa mirada. Pero también nos parecía muy interesante y todo un desafío probar y transitar otros estados para generar matices. Creo que lo logramos. En lo personal esta obra me dejó y me deja mucho aprendizaje.

¿Cómo definirías al clown?

El clown es la capacidad de poder jugar y disfrutar de un montón de cualidades que uno tiene pero no las puede exponer tanto. Tiene mucho y todo de uno, no es ajeno, pero creo que está en un plano donde lo personal no está presente. Está presente el payaso vulnerable a lo que sucede en base a lo que logra, sea éxito o fracaso.

¿Qué diferencia al clown de otras técnicas?

El clown busca sí o sí la aceptación y el sentirse querido por el otro. Va a morir intentándolo, no le da lo mismo. Es 100% humano, no es un extraterrestre. Y definitivamente no es infantil. Tiene tintes y recursos de esto pero es humanidad, con todo lo que eso implica: ideología, amor, odio, pasión, calentura, frialdad, madurez e inmadurez. Quiere ser genial y tiene la necesidad de sobrevivir a todo y fracasa pero por consecuencia, no por intención. Es ridículo sin querer serlo o al menos así debe transmitirse. Si lo hace queriendo ser ridículo no es un clown o un payaso, es una persona haciéndose la idiota. Y siempre es más valorable el interés que provoca ver a un idiota que el desinterés que provoca alguien que se hace.

Las funciones de “Se siente otoño” son los viernes, a las 23, En Espacio Aguirre (Aguirre 1270, CABA - Tel.:4854-1905). Hasta el 16 de octubre.



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