Javier Zain: Tiempo muerto


Transformar lo transformable

Javier Zain, reconocido creador en la escena infantil, se atreve a un nuevo texto para adultos, Tiempo muerto, con un planteo existencialista sobre lo vivido.

El teatro infantil en Buenos Aires tiene referentes ineludibles. Algunos de ellos ya son próceres del género, otros son garantía para los padres, son solicitados por los chicos. Uno de esos nombres a los que uno les presta atención es Javier Zain.

Transita el teatro para niños desde hace muchos años. Como actor y profesor, primero, y como director y dramaturgo, después. Sus obras han merecido elogios del público y de la crítica, así como nominaciones y premios: El mate, Andantes rodantes, Esperando a que pique y ¿Qué hago? También ha estrenado obras para adultos con Simproblemas, que, a su vez, es un grupo de improvisación que dirige. Cuando uno le pregunta de qué manera se presentaría, no lo duda: "Dramaturgo, actor, director y profesor. Para mí, todas estas actividades están integradas, hay un vínculo muy fluido entre una cosa y la otra; me sale así, de manera espontánea".

Esta vez, vuelve a abrevar en el teatro para adultos, que para él siempre implicó "una zona de laboratorio", ya que tiene muchas obras escritas. Aunque no siempre es sencillo llevarlas a un escenario, esta vez se dio. Reunió a algunos de sus ex alumnos, colegas actores y les ofreció todo el material que tenía escrito, casi como una ofrenda. Entre todas las obras eligieron Tiempo muerto y conformaron la Compañía Teatral Sólosér.

Zain cuenta que, a pesar del título, no hay que dejarse engañar porque la obra "habla de la vida; la muerte es el límite, esa frontera a partir de la cual ya nada se puede modificar". En alguna medida la propuesta le sirve para criticar el mundo en el que vivimos, pero, sobre todo, para tomar conciencia de lo que podríamos hacer si nos decidiéramos. "El tiempo no vivido es tiempo muerto", sostiene. La obra se propone como una especie de metáfora que señala la cantidad de veces y el modo en el que los vivos pasan el tiempo como si no estuvieran, justamente, vivos.

Situada en un cementerio, la obra transcurre en circunstancias que atraviesan los límites de lo aparentemente posible, en donde la línea que separa la vida de la muerte, desaparece. De este modo, el absurdo, el drama y la comedia se entremezclan en una historia que expone y enfrenta al espectador frente a los valores o a su carencia en la sociedad actual.

A partir de ahí, el autor se plantea los siguientes interrogantes: cuando termina la vida, ¿sólo queda lo que fuimos? ¿Cuánto tiempo de vida invertimos en cosas que no conducen a nada? ¿Cuánto tiempo dedicamos de vida a un trabajo que nos hace infelices? ¿Cuánto tiempo pasamos en soledad, sin poder compartir nada con nadie? ¿Cuánto tiempo se puede vivir al lado de la persona equivocada?

El dramaturgo y director cuenta que piensa cuidadosamente cada uno de los objetos que pone en escena (la belleza de lo que hay en el espacio es inenarrable) porque el objeto es un personaje más y tiene tanto poder como el gesto. A su vez, los personajes son profundamente potentes desde lo visual. "Probablemente estas decisiones tengan que ver con la noción de síntesis. Hay que administrar de manera eficaz los recursos con los que se cuenta. Entonces hay que pugnar por un uso expresivo del espacio", reflexiona.

De todos modos, los recursos del teatro para niños no podían quedar a un lado. En esta propuesta para público adulto aparece también un fuerte componente lúdico y el mecanismo de la transformación se hace presente. "No me imagino sólo poniendo una mesa y unas sillas en el escenario. Para mí es necesario romper con las estructuras, con las convenciones porque, al final ¿quién decide que existan?"

La obra implicó un desafío porque el texto tiene el ritmo de la poesía pero su objetivo era que sonoramente funcionara de un modo coloquial. "Cada obra tiene que encontrar su propio lenguaje. El vestuario, por ejemplo, es el resultado de una exhaustiva investigación de Florencia Valcarcel sobre las telas. Le pedí un vestuario momificado pero actual", explica el creador.

Con Tiempo muerto, Zain propone una experiencia estética. "Quiero que este arte vivo permita pasarlo bien, Tiene mucho humor, pero quiero que ofrezca, además, la posibilidad de construir cierta empatía y que, tal vez, colabore para transformar en pequeña medida lo transformable".

Esta aventura tan diferente a lo que viene haciendo no la lleva a cabo solo, sino junto con un elenco constituido por Lola Acheriteguy, Rosina Calabria, Ezequiel Gilman, Federico Scheinkerman, con música original de Esteban Rozenszain.

TIEMPO MUERTO

De Javier Zain

Viernes, a las 21.30.

El Piccolino, Fitz Roy 2056.

Fuente: La Nación

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