Isla flotante


Reflexión y emotividad

En un radiograbador (que ya se encarga de marcar una época) suena "Un beso y una flor". Con esto de fondo más el título, nos adentramos a ver una obra que será conmovedora, sentida y triste en su totalidad. Pero atención que es un dolor que debe ser transitado, pensado y sentido.

Un joven entra a ese comedor que tiene una mesa servida para la ocasión. Una ocasión de ésas que de tan importantes resultan vitales. Es que sí, estamos en el 1° de abril de 1982 y la guerra por las Malvinas se avecina. El dolor está instalado desde hace ya unos años en la Argentina, pero en esa casa el verdadero dolor llega ese día, esa noche. Es la víspera de una guerra, pero en esa casa no es sólo eso, allí vivirán, madre e hijo, la última cena. La última antes de que el muchacho parta hacia la guerra para no regresar. La comida está lista, la madre se ha esmerado en cocinarle los platos preferidos a ese único hijo que es todo para ella. Se puso un vestido y la sonrisa más linda que pudo encontrar esa noche en la que el dolor no la deja ni por un momento.

La cena será como puede ser esa cena. Una despedida sin reconocerla, un deseoso "hasta luego"? En fin, sentimientos que se cruzan, se encuentran, se alejan. Por diferentes motivos, los demás comensales no han podido participar del encuentro; casi como un favor, entonces, les dejan a ellos dos el espacio para las miradas tiernas, el amor profundo e incondicional de una madre hacia su hijo.

Hay olor a comida casera, calor de familia, esas cosas que le harán falta en el páramo que resulta la guerra, pero en todo momento se sentirá el dolor punzante. Y es sorprendente cómo el director, Patricio Abadi, junto con los actores, Alicia Palmes y Nicolás Mizrahi, logran generar este sentimiento de angustia desde todos los elementos teatrales. Los silencios, las miradas, aquello que no se dice, pero que se siente aún más. La dificultad de disfrutar el último rato juntos.

En medio de la noche, una mujer llega -Jimena Kroucco- e irrumpe en la escena. Casi como una salvadora, una heroína viene a desestabilizar el orden que a pesar de todo lograron madre e hijo. Se anuncia como la profesora de Literatura, pero es más que eso.

Las actuaciones y la dirección están brillantes, con el pulso necesario que necesita el tema. El espacio es aprovechado al máximo, tanto donde sucede la acción como el detrás de escena. Las luces le aportan clima a la historia. Y la intervención final del director le da el cierre ideal para salir no sólo reflexionando, sino sintiendo.

Fuente: La Nación

Sala: Onírico Espacio de Arte (Fitz Roy 1846) / Funciones: sábados, a las 21

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