Trópico del plata


Un conmovedor unipersonal

Una mujer, Aimé, ha decidido contar su historia de amor. Un hombre, Guzmán, la mantiene encerrada en una especie de buhardilla donde ella vive expectante, esperando que él llegue a visitarla y a demostrarle su afecto. El relato, al comienzo, es grotesco y a la vez apasionado. Aimé juega con los acontecimientos de su vida y hasta le extrae una sonrisa a ese espectador desprevenido que, inquieto, se deja llevar por un conjunto de sucesos hilvanados hasta con cierta ternura.

A medida que la acción avanza, todo se oscurece. Aimé se adentra en lo más doloroso de su mundo. Su cuerpo está destrozado por la violencia de hombres y más hombres que arrebatan su cuerpo cuando Guzmán lo dispone. El amor deja de tener sentido en esa patética vida. Y quien en verdad relata no es una mujer entera sino unos retazos que han ido desprendiéndose de una estructura mayor que supo creer en algo que, finalmente, la condujo a un destino trágico.

Cada fragmento de ese cuerpo posee imágenes muy diversas y muy contundentes. Las anécdotas de Aimé golpean a la platea con mucha fuerza. A medida que el personaje pierde aliento, el espectador reconoce un submundo social, marginal y estremecedor.

Trópico del Plata es una propuesta de investigación muy vital en sus resultados, aunque muy dolorosa en su construcción. Indudablemente la tarea del autor y director Rubén Sabatini junto a la destacada intérprete Laura Névole ha sido muy minuciosa. La actriz encuentra, en cada situación de la pieza, el perfecto mecanismo de construcción y desarrollo. El cuerpo de Névole, durante una hora, está dispuesto plenamente a dejarse afectar por una realidad casi salvaje que ella transfiere con una naturalidad extraña y también conmovedora.

Dueña de una capacidad interpretativa notable, Laura Névole demuestra conocer muy profundamente los mecanismos de la actuación.

Es muy destacado el traslado de esta pequeña producción al espacio escénico, sobre todo teniendo en cuenta las dimensiones del escenario de La carpintería. La iluminación de Alejandro Le Roux recrea, ese ámbito repulsivo en el que la acción tiene lugar, con mucha creatividad y potencia.

Fuente: La Nación

Sala: La Carpintería, Jean Jaurés 859 / Funciones: los sábados, a las 22.30

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