Pompeyo Audivert: La historia de un soldado


"El teatro debería ser un piedrazo en el espejo"

Anoche fue el inicio de las seis únicas funciones que se harán, con entrada libre,
de esta obra del mismísimo Igor Stravinsky.

Pese a que no parece, Pompeyo Audivert tiene una relación previa con el teatro musical. "Hice algo parecido hace 15, 16 años con Guitarra Negra, de Zitarrosa", recuerda. Y su memoria es tal, que retiene detalles como la cantidad de días que el homenaje tuvo funciones en el teatro Ópera, que los dirigió Naldo Labrín (guitarrista de Zitarrosa) y que eran los encargados del cierre en los tres días.
Ahora es el turno de La historia de un soldado, de Igor Stravinsky, con dirección de Martín Bauer y dirección musical de Santiago Santero, con quienes dice que es un honor trabajar. "Tengo que ir ahora al ensayo y estoy nervioso: tengo un respeto enorme por todo lo que me dicen", dice sin pudor ni confesando. Audivert es de los que no ahorran ni abusan de las palabras, por eso usa tantas: su detalle es exactitud de sentido.
Con siete músicos en escena pero tan solo seis funciones, Audivert dice que eso se debe "al panorama de operaciones de la música clásica, donde la cantidad de funciones suelen ser cortas", por la sencilla razón de que "son músicos de gran nivel que tienen muchísima demanda y conseguirlos a todos ellos en un mismo tiempo y espacio es muy complicado".
Eso lo apena. Antes que por nostalgia, por ambición: Audivert es de los que quieren mucho. Entre las cosas por las que que le habrían gustado tener más funciones está el hecho de que "es un acontecimiento muy atractivo y uno quiere ir viendo de la primera a la última de las de modificaciones dramáticas y técnicas que se van sucediendo, y también el placer de ir entrando en ese material y reconociendo sus capas más íntimas, que sólo se dan a conocer después de mucho desgaste. En este corto ciclo, uno tiene que tirarse de cabeza en una forma mucho más apasionada, como si fuera una cita corta, de esas citas más pasionales. Corresponde más al desarrollo en el tiempo de una pasión que a lo que sería un estadío de lo amoroso que se va construyendo con más tiempo y más método, y más rigor y más cuidado. Es un encuentro pasional", define.
Eso no quiere decir que responda al leitmotiv de estos tiempo de hacer todo con pasión. "Toda la gente que está implicada en esto en realidad es gente apasionada pero en términos más profundos –aclara–. En el teatro eso por lo general no pasa; veo que hay una actitud militante para con los trabajos, más allá de que uno pueda discutir de lenguajes y sobre ciertos materiales que siente que son de algún modo superficiales; se trata de eso: en este caso va a ser un encuentro lamentablemente corto.”
Que esa pasión se deba a que artísticamente el teatro es menos permeable a las modas que van imponiendo las épocases una respuesta imperfecta. "La música contemporánea también –agrega–. Y Santero y Bauer son personas sumamente lúcidas y que tienen una posición muy de vanguardia en relación a la música. En ciertas músicas uno puede entender esa posición superficial, pero no en la contemporánea donde en algún modo la música está a salvo, porque mantiene la libertad de todas esas influencias de época, que aplanan y unidimensionalizan a la música, que es el arte donde lo poético alcanza sus niveles más extraordinarios y libertarios.”
–¿No sucede en el teatro?
–El problema del teatro de hoy justamente es que está yendo por un lado muy representativo. Ha perdido de algún modo esa fuerza débil y ausente, inapresable, que en la música todavía opera y está viva. El teatro es un arte muy capturable por factores de poder, por lo peligroso que es cuando hace su operación poética y metafísica a fondo, en el sentido de que pone en discusión a la realidad misma oponiéndole una escena de otra naturaleza, que habla de una identidad distinta a la que aparentemente nos devuelve el espejo. El teatro debería ser un piedrazo en el espejo y está siendo simplemente un espejo.
Y ahí está La historia de un soldado, "extraña flor", para romper el espejo. Y concluye: "Estas situaciones son floraciones poéticas marginales. No el hecho de la obra en sí, sino también quién la hizo posible. Vanguardia y pueblo vuelvan a reunir en un hecho artístico y en un barrio: es lo mejor que puede pasarle al histórico-político en este momento, que la política se vuelva revolucionaria en la medida de volverse poetizante y en la medida de saltar a otro plano. Creo que lo revolucionario pasa por lo artístico y lo artístico pasa por las formas de producción poetizantes, que van desde armar ese espectáculo y poder producirlos, al hecho mismo de hacerlo."


Una obra de Stravinsky

Coproducido por el Complejo Teatral de Buenos Aires y Fundación PROA, La historia de un soldado es pionera en el teatro musical. Se trata de una obra de popular, pero con un lenguaje sofisticado, al tiempo que su estructura fue pensada de tal manera que le permite salir de gira, algo que la emparenta con el espíritu callejero del Teatro Caminito. Escrita en 1917 por Igor Stravinsky, esta obra de cámara sobre un cuento popular ruso con narradores y bailarines cuenta el infortunio de un hombre que vende su violín al diablo a cambio de un libro con el poder de predecir el futuro.

Fuente: Tiempo Argentino

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