Javier Zain: Tiempo muerto


“Una vida bien vivida no debería generar miedo a la muerte”

Javier Zain vuelve a la escena porteña, esta vez con la dirección de “Tiempo muerto”, una obra de teatro que lleva a través del absurdo a que los personajes y el público se planteen la razón de sus vidas.

Por Hernán Salcedo

“No me asustan ni el tiempo ni la muerte. Me preocupa el modo de vida al que estamos sometidos y el tiempo que demanda ocuparse de sostenerlo”, afirmó en una entrevista con Blog Teatro el premiado dramaturgo y director, reconocido entre los hacedores de teatro infantil más relevantes, que en esta oportunidad estrena su primera obra de texto para adulto.

Situada en un cementerio, la obra transcurre en circunstancias que atraviesan los límites de lo aparentemente posible, en donde desaparece la línea que separa la vida de la muerte.

¿Qué es Tiempo muerto?

Tiempo muerto es una obra de teatro que surge de la necesidad de expresar mi descontento con los paradigmas de vida que llevamos. Cada uno de los personajes representa un estereotipo: el empleado mediocre que vive para su trabajo, la solitaria que por temor nunca hizo un lazo con nadie, la mujer superficial que vive de las apariencias pero totalmente vacía por dentro y el empresario exitoso que no puede ahondar en sus experiencias por estar siempre ocupado.
Son personajes que han desperdiciado su tiempo, que no lo han vivido. Por eso, “Tiempo muerto”. El tiempo no vivido es tiempo muerto. Es una sátira que nos expone a nuestras bajezas, y las muestra de tal modo que despiertan la risa, pero una risa que es catártica.
Esta obra la trabajé en mi Compañía Teatral Sólosér, que armé junto a actores formados por mí y que conozco hace muchos años. Fue un proceso de tres años de trabajo, muy intenso y profundo, sin el apremio del tiempo. Estrenamos cuando estuvo lista para estrenarse.

¿Cuál es el tema que atraviesa la obra?

La obra trata sobre el modo que tenemos de vivir la vida y qué es lo que nos deja cuando llegamos al final de nuestros días. Enfrenta a los personajes a lo que han hecho de sus vidas.
A pesar de las apariencias o del modo de tocar el tema, la obra habla sobre la vida y no sobre la muerte. La muerte es el disparador que desata los pensamientos y vivencias de los personajes. Pero ellos nos harán reflexionar sobre el sentido de la vida.
Y más allá de de mostrarnos personajes que no se han realizado, el mensaje es esperanzador. Siempre tenemos la posibilidad de cambiar, de mejorar.

Teniendo en cuenta tu larga trayectoria como hacedor de espectáculos infantiles, ¿por qué este salto a la platea adulta?

El haber realizado más espectáculos infantiles que para adultos es solo una cuestión de circunstancias. Como productor independiente no tengo el poder de producir todas las obras que escribo y la vida me ha dado la oportunidad de mostrar más lo que he escrito para chicos. Por eso para mí es algo natural el estrenar una obra para adultos. Tengo más de una decena de obras para adultos escritas, otras que trabajo en mis espacios de formación y entrenamiento, algunas que estreno pero no en el circuito comercial.
Cuando escribo, simplemente escribo. El impulso a veces es el de escribir para toda la familia, otras, para adultos. El qué me lleva a escribir es lo que define el público al que será dirigida la obra. Escribir es siempre una forma de responder a una experiencia de vida. A intentar comprenderla o revelarme frente a ella. Es intentar hacer oír mi voz en un mundo que no escucha.
No hago diferencia entre teatro para chicos y teatro para adultos. Es cierto que hay una gran discriminación del teatro para chicos. Se lo trata como un género menor. Me alegra haber podido ahora encontrar un tiempo para dedicarle a los adultos, esos seres en los que nos convertimos cuando dejamos de ser, de simplemente ser.

¿Qué aspectos en común reconocés entre tus espectáculos destinados a chicos y esta nueva propuesta?

El punto en común, en definitiva, soy yo. Escribo de igual manera para chicos que para adultos. Las ideas fluyen de igual modo.
Personajes que se rebelan a lo establecido, que modifican el mundo para hacerlo un poco mejor, con puestas en escena dinámicas en el que el uso de la escenografía, el vestuario y la puesta en general es expresiva, parte del relato. Una dramaturgia que es coloquial y poética a la vez, que intenta hacer llegar el mensaje de manera interesante, entretenida, accesible a todo el público.
En mis obras los personajes confrontan al mundo y tienen la posibilidad de cambiarlo o pretenden que el público no solo pase un momento agradable, sino que reflexione, que lo toque en alguna fibra y salga de la sala con algo en que pensar.

¿Qué sentís a nivel personal frente al paso del tiempo?

No me asusta. Me preocupa el modo de vida al que estamos sometidos y el tiempo que demanda ocuparse de sostenerlo.
El tiempo no alcanza. Pero no alcanza por la cantidad de cosas que hay que hacer que no tienen ningún sentido o interés, al menos para mí. Ser parte de la sociedad implica deberes y obligaciones. Muchas de ellas absurdas, burocráticas o que pierden su sentido en medio de un mundo tan corrupto y egoísta. Entonces se nos va la vida ocupándonos en gran parte de cosas que, al menos en mi caso, elegiría no hacer. Perdemos el tiempo.
El tiempo es oportunidad para sacar lo mejor de nosotros. Si fuéramos eternos, posiblemente perderíamos el valor del tiempo. Pero al ser mortales, deberíamos valorar mucho más el tiempo. En el uso que le damos al tiempo es que tantas veces me siento incómodo, molesto. Pero creo ser medianamente afortunado, ya que en muchas oportunidades hago con mi tiempo lo que quiero.

¿Y sobre la muerte?

Una vida bien vivida no debería generar miedo a la muerte. La muerte es tremenda cuando llega anticipadamente, o cuando nos quita la posibilidad de seguir y cambiar. La muerte asusta porque es algo que por ahora no podemos cambiar. Vivimos en un mundo que nos hace sentir poderosos, en el que controlamos todo, o nos hace creer que lo hacemos. Y la muerte es la prueba más contundente de que solo estamos aquí por un rato, y después a otra cosa.
Cuando una muerte de un ser querido nos toca es común caer en análisis personales sobre nuestra propia vida, nuestra existencia. Tal vez, por un tiempo, mejoramos un poco en el uso que hacemos de nuestro tiempo de vida, pero poco a poco la rutina y los deberes nos vuelven a la senda del desperdicio, del automatismo, de la ausencia. Y eso es lo que me asusta. Tal vez me asusta más la vida que la muerte.



Las funciones de “Tiempo muerto” son los viernes, a las 21.30, en el Teatro El Piccolino, ubicado en Fitz Roy 2056, CABA. Entradas: $120. Reservas: 4779-0353 o www.elpiccolino.com.ar. Página de la obra en facebook: Compañía Teatral Sólosér



Tiempo muerto
Libro y Dirección: Javier Zain
Música original: Esteban Rozenszain
Actores: Lola Acheriteguy, Rosina Calabria, Ezequiel Gilman y Federico Scheinkerman
Diseño de arte, diseño de luces y diseño gráfico: Javier Zain
Vestuario: Florencia Valcarcel
Escenografía: Gabriel Díaz
Maquillaje: Flavia Vilar
Efectos especiales: Marcos Ketmayer
Asistente: Micaela Basadoni
Fotografía: Carlos Suter
Coordinación de producción: Rosina Calabria
Dirección general: Javier Zain
Producción: Compañía Teatral Sólosér

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