Con las patas en la cabeza


Una gran fiesta pequeña

Del tradicional acto clownesco de la doma de pulgas (y hormigas y piojos, y otros insectos visibles sólo a la imaginación del público) emerge una pulga que ocupa un lugar central en el escenario y, sobre la misma payasa, la pulga tiene la posibilidad de hacerse grande.

La clown Lucía de Vita incorpora en Con las patas en la cabeza el oficio de titiritera. Lo hace de la mano experta de Carlos Martínez, uno de los referentes de los retablos locales a través de su popular muppet Zoquete, que firma la puesta en escena.

La multiplicación de roles entre la actuación y la manipulación dificulta en algunos pasajes la transición de una escena a la siguiente. Y los simpáticos personajes requieren tal vez de mayor despliegue de matices de voz, más allá de su clara diferenciación auditiva. Lucía De Vita remonta sin embargo los pequeños baches con su fuerte impronta presencial, que traslada a los títeres y que despierta inmediatamente la interpelación de los pequeños espectadores. Comentan, acotan, advierten, ríen.

Con el urubú irrumpe el monstruo grande que amenaza a los pequeños. Pero como suele ocurrir entre títeres y clowns, son los aparentemente débiles y minúsculos los que se imponen, incluso para reconvertir a los grandotes en aliados agradecidos.

Lo que técnicamente es un unipersonal se amplía desde el vamos con la convocatoria de la pulga como antagonista. Las trompetas de la música compuesta por Carlos Vilanova amplían eficazmente el ámbito intimista de la función con resonancias circenses y murgueras, festivas, casi multitudinarias. Al igual que los aires de chamamé de otra escena. De alguna manera reproduce el unipersonal multiplicado con los títeres la capacidad de los chicos de hacer de una presencia pequeña una gran fiesta..

Fuente: La Nación

Sala: C.C. La Casita de la Selva, Pje. La Selva 4022, Floresta/ Funciones: el domingo a las 16.

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