Raúl Serrano: Giácomo


Eterna vigencia del grotesco

Raúl Serrano estrenó Giácomo, con la que vuelve a elegir hablar de lo que pasa

Acaba de estrenar Giácomo de Armando Discépolo en su espacio Del Artefacto y eso, al maestro Raúl Serrano, le ha hecho recordar algunas puestas emblemáticas de su carrera. Así, ha reconocido que la elección de un texto para representar excede las cuestiones estéticas. Y repasa: "El teatro fue mi manera de conectarme con la realidad y entonces, de acuerdo a lo que iba sucediendo, yo respondía con mis obras. Cuando regresé de Rumania, en los años 70, hice Ceremonia al pie del obelisco , fue la primera vez que aparecieron Perón y Eva Perón en escena. Todo el mundo creyó que yo era peronista, y no. Después monté Qué clase de lucha es la lucha de clase , una versión de El gigante Amapolas y había pasado el Cordobazo. Durante la dictadura militar hice El proceso de Kafka y sonaba absolutamente como una obra realista y me preguntaba: «qué pasa, ¿la realidad se ha vuelto kafkiana?»"

El creador sigue con entusiasmo ese repaso: La madre de Gorki-Brecht se representó cuando Madres de Plaza de Mayo conmemoraba sus 25 años de fundación; La revolución es un sueño eterno coincidió con la caída de la Unión Soviética. Y ahora es el turno de un grotesco criollo, una de las últimas obras de Armando Discépolo y que muestra las desventuras de un núcleo familiar. "Un fiel retrato de la Argentina de ayer (y de hoy). Porque la vida no es más que un plato de polenta fría", aclara la información sobre la obra. El elenco está integrado por Jorge Ochoa, Lourdes Cerdán, Annie Fink, Noelia Torregiani, Johana Chiefo, Hugo Gregorini y Christian Grilli.

Serrano trabaja el género grotesco en sus clases en un intento por mantenerlo vivo. Cuando se le pregunta por qué piensa que ese estilo de actuación se ha ido perdiendo en nuestro teatro, el creador explica: "Porque nos hemos ido saliendo de la subjetividad del actor para considerarlo un elemento plástico y desarticulable. La mirada de la mayoría de los directores argentinos, que son muy buenos, es la deconstrucción de eso y no la recuperación de la subjetividad. Mi metodología pretende darle vida a cualquier estilo porque me parece que ésa es la singularidad del teatro como arte. El teatro es el único arte que no ha perdido el aura. Y esa singularidad, esa sacralidad, es su rasgo idiosincrático".

¿Cree que el grotesco resulta vigente porque la realidad actual posee rasgos grotescos?

El otro día decía eso: la realidad es grotesca. Ver los vuelcos de tantos personajes, ver la pérdida de tanto sentido, de conceptos. Ver las democratizaciones que se hacen a fuerza de bombas. Personajes como Menem (absolutamente grotesco) y hasta los vínculos que establecemos entre nosotros, que dejan de ser vínculos humanos para convertirse en vínculos entre funciones. Hoy se confunde muy fácilmente el valor con el precio. Y el valor, en lo referente a las conductas humanas, no es algo que se mide en pesos. Se mide con Los Diez Mandamientos, con la confesión cristiana. Mi singularidad es que lo más importante en la vida ni se compra, ni se vende. Se puede vivir en una sociedad en donde primen los valores y no los precios. Siempre me suenan en el oído esas palabras de Brecht cuando escribe a las jóvenes generaciones y les dice: "Ustedes van a tener que perdonarnos, nosotros también quisimos ser felices y fracasamos". Fuimos una generación que cambiábamos de países más que de zapatos, donde escribir "la rosa" era un pecado porque implicaba callar tantos crímenes. Parece un rebusque poético, pero en mi caso es casi autobiográfico. Y, creeme, he sido y soy honesto con mis ideales.

¿Y cómo se siente en la actual realidad argentina?

Es evidente que el fracaso del neoliberalismo significó una sociedad marcada por el mercado y la especulación. Y no estoy diciendo que esto es lo que ocurre ahora. Está lejos de ser un ideal. No sé si los ideales existen. No he podido tocar ninguno de mis ideales; ni el ideal de sociedad, ni el ideal de mujer, ni el ideal de escuela. Son como estrellas polares, como utopías lejanas que te guían y a las que nunca llegas, pero haces el camino. En este contexto me siento mucho más respetado y mi vida ha cobrado un cierto sentido. Se puede aspirar a una sociedad más justa, independientemente de los actos de corrupción que pueda haber porque, por supuesto, estoy en contra de la corrupción, de toda corrupción, no solamente de la de este gobierno sino de toda la que hubo. No quiero hacer nombres, y si nos ponemos en justicieros que le quepa el sayo a quien le quepa. Hoy me siento incorporado a una sociedad que tiende a la redistribución..

GIÁCOMO

De Armando Discépolo, con dirección de Raúl Serrano
Sala, Del Artefacto, Sarandí 760.
Funciones , los sábados, a las 21.

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