Patricia Palmer: Juana La Loca



"He dicho más no que sí en mi carrera"

La actriz le pone el cuerpo a Juana "La Loca" en la nueva obra que dirige Pepe Cibrián. "Es un texto que sale en defensa de la mujer", sostiene.

Sus padres no querían que se fuera, pero tampoco hicieron algo por retenerla. Cuando Patricia Palmer, de 22 años, decidió irse de Mendoza para buscar trabajo como actriz en Buenos Aires –junto a su hija de un año– escuchó una sola recomendación de su papá, anarquista y profesor universitario de economía y ciencias políticas: "Vos podés ser libre, pero yo no financio libertad."
Ella escuchó su consejo y todavía se lo agradece. Vendió seguros, cuidó nenes en una calesita pero nunca se dio por vencida. Un día fue a la oficina de Alejandro Romay personificada con el papel de Dulce Ana y convenció al productor de que la eligiera, le sirvió café a Santiago Doria para llegar a trabajar con él, y corrió más de cuatro cuadras a Alberto Migré para que le diera un personaje. Se volvió la actriz del momento, fundó su escuela de actuación, escribió relatos y obras de teatro. Ahora, la dirige Pepe Cibrián en un unipersonal sobre Juana "La Loca". Para contar la vida de una mujer que estuvo encerrada más de 40 años por defender sus derechos, Patricia Palmer se vale de su historia personal y la fortaleza que tuvo cuando salió al mundo.
Los primeros años en Buenos Aires fueron tan difíciles para la actriz que, algunas veces, no tuvo para comer. Ella superó esa angustia y le ganó el orgullo. "No puedo imaginarme un mejor padre que mi papá. Tal vez, si él no hubiera sido así, yo no estaría acá. Siempre he sido muy libre, hasta cuando no tenía para comer. He dicho más no que sí en mi carrera. A mí, por ejemplo, me ofrecieron todas las películas del destape porque yo en ese momento era muy joven y tenía un cuerpo bonito. Y no quise hacerlas, no me gustaban los guiones, era el desnudo por el desnudo mismo, y me faltaba trabajo. Cuando se tienen unos principios muy fuertes y sabés que dependés de vos, es muy claro el accionar", dice Patricia, apoyada sobre una mesa de su teatro.

–¿Quién cuidaba a tu hija mientras trabajabas?
–Mucha gente. Mi hija me dio mucha fuerza. Con un hijo no podés boludear. No podía irme a un boliche, por ejemplo. Si vos querés hacer las cosas bien, siempre Dios te ayuda. Había una señora de la que me hice amiga que me cuidaba a la nena. Además, yo la llevaba mucho a los teatros, a los canales. Por suerte, este trabajo es muy sensible. A nadie le molesta que lleves a tu bebé. Siempre me la tenía una vestuarista o la maquilladora. Cuando hacía La rosa tatuada, con Alicia Bruzzo, la nena tenía tres años y se bancaba toda la función en camarines, dibujando. ¡Tenía tanta culpa! Ella era mi mochila. Una vez la llevo al médico, porque tenía anginas y le digo al médico que me sentía mal porque la nena siempre se acostaba tarde porque yo era actriz. Y él me dijo: "Bueno, el hijo del panadero se levanta a las cinco de la mañana. Mientras ella esté con vos, va a estar bien."
–¿Fue muy difícil esa época?
–A mí me costó, me costó mucho ser separada, madre joven, estar sola. Hasta había una condena social, un prejuicio del varón, una idea de que "esta viene cascoteada". También había un prejuicio mío. Pero por suerte me encontré con gente muy buena, que me ayudó de manera desinteresada. Y también te encontrás con dos o tres imbéciles que se aprovechan de esa vulnerabilidad, pero fueron la minoría. Me hice una persona muy fuerte, demasiado. Con el tiempo, la terapia me hizo ver que ya no había tanto peligro.

Algo de todo ese universo habrá visto Pepe Cibrián para elegir a Patricia Palmer como la mujer indicada para interpretar la vida de Juana, reina de Castilla entre 1504 y 1555, aunque prácticamente no pudo ejercer el poder porque vivió encerrada más de 40 años. "Nunca habíamos trabajado juntos. Casi nunca nos cruzamos. El pensó en mí y no sé por qué. Leí el libro y me pareció una cosa imposible tener que hacer todos esos personajes yo sola. Esto no tiene nada que ver con los musicales de Pepe, es un unipersonal de texto, que además está escrito en verso y en un español antiguo. Estoy sola, con una silla. Como Bonavena, cuando te sacan el banquito. Es un texto muy bello, que sale en defensa de la mujer. Creo que a las mujeres nos faltan muchísimos derechos por  ganar", reconoce.

–¿Qué falta?
–Hay muchos crímenes de género, tanta mujer sometida. Incluso ahora las mujeres la tienen que pelear un montón. No es lo mismo una mujer que un varón en los puestos privilegiados. Lo digo desde un lugar muy amigable con el hombre, porque muchos apoyan a las mujeres, no es por un enfrentamiento, creo que sin ellos esta lucha sería imposible. Es lo que se plantea en la obra: Juana es un estandarte de una mujer que se puso en contra de la monarquía y en contra de la Iglesia durante la inquisición. No contó con el apoyo de nadie: la encerró su propio padre y después su hijo.
–¿Cuáles son las injusticias de esta época?
–Todavía hoy sucede que cualquier mujer que pega dos gritos es una loca, pero si un hombre pega dos gritos es porque tiene personalidad. Si lo hace una presidenta es una loca, pero un presidente no. Son todas cosas que para mí son muy simbólicas en Juana, porque a ella la encierran 42 años sin estar loca. No hay ningún registro histórico que pruebe que ella estaba loca. La encerraron por intereses políticos. Claro que sí pegaba gritos porque su marido la engañaba y ella estaba enamoradísima de él, y también por las cosas que veía injustas, como las muertes de la iglesia. Entonces, la encierran. Me enamoré de su historia. Ya quiero viajar a ver su tumba.
–¿Qué es lo que más te conmovió de su vida?
– Yo tenía una idea de Juana "La Loca", como la de cualquiera: sabía que estuvo muy enamorada de Felipe "El Hermoso" y que murió encerrada. Pero no sabía hasta qué punto la habían sometido por ser una mujer pensante. Incluso en su amor con Felipe: en esa época, las mujeres de la monarquía tenían matrimonios arreglados, que estaban pensados para reproducirse: ahí lo único que valía era el vientre. Cuando ellas quedaban embarazadas, los hombres no las podían tocar más, para no perjudicar la herencia. Ella amaba a su marido y veía cómo él tenía cortesanas y prostitutas. Eso no lo soportó.
–¿Ahora nos cuesta absorber ese modo de vida?
–Más o menos. Hoy por hoy, un tipo que tiene varias mujeres es un piola bárbaro y la mujer sigue siendo una atorranta. La única locura de Juana fue preguntarse: "¿Qué es esto? Si yo me casé para ser fiel." A ella, por ejemplo, no la dejaban amamantar a sus hijos. Una de las peleas que tuvo era porque quería amamantarlos. Le sacaron a todos los hijos, hasta la más chiquita, que la tuvo en prisión. Su vida es un caso contundente de violencia de género, que estuvo encubierto por la monarquía y la Iglesia. ¡Por dios lo que es la Iglesia! Ese tema me pone loca. ¡Nos sorprende que el Papa tenga zapatos viejos! ¡Por favor! ¡No hay una mujer en el Vaticano, pero sí hay muchos pedófilos! Juana se opuso a la inquisición y a la matanza masiva de tantas personas.
–¿Y cuál es la misión del teatro frente a este panorama?
–El espectáculo es modificador. El espectador se sienta de una manera y se para de otra. Hay un movimiento interno. Los grandes personajes, como Juana, son provocativos. Y la provocación es la misión del teatro. Yo no creo en el mensaje, en levantar el dedo índice y decirte lo que tenés que pensar, pero sí en la provocación.
–¿Ahora, las mujeres son tan luchadoras como lo fue Juana?
–Creo que hay mucho machismo en la mujer. Me acuerdo mi mamá, que siempre decía: "Si hay tres mujeres en casa, ¿por qué tiene que lavar los platos tu hermano?" Yo en un punto me lo creía cuando era más chica. Y creo que la mujer, a veces, utiliza su lugar de debilidad para conseguir cosas y no se da cuenta que es una trampa mortal. Más vale conseguir las cosas por derecho y no por ser un ser débil.  «


la docencia, el costado heredado
MIL CARRERAS. "Como tengo un perfil muy bajo, mucha gente no sabe todas las cosas que hago", avisa Palmer. Su formación es intensa y ecléctica: es psicóloga social, profesora de yoga y cantante. Estudió la carrera de Dramaturgia de la ENAD (Escuela Nacional de Arte Dramático) y danzas regionales y contact. "El año que viene voy a sacar un disco de folklore melódico. Tengo una banda", avisa. Desde hace más de diez años tiene su propia escuela de actuación, el Taller del Ángel.
Una mezcla de todos esos saberes los aplica en sus clases: "La docencia me acompaña desde siempre. Mi mamá era maestra, era algo cotidiano. A mí todo me costó mucho. He intentado mucho más de lo que he conseguido. Yo creo que si uno intenta diez, uno consigue seguro. No hay manera de que vos le pongas mucha energía a una cosa y no puedas conseguir algo. No digo todo, pero algo. Yo aliento a mis alumnos a que sean actores y les digo que no es mucho más difícil que otra carrera. Si estudian medicina, por ejemplo, saben que tienen que pasarte muchos años formándose. En el teatro pasa lo mismo. Pero muchas veces, a los tres meses ya quieren salir a laburar. Yo a mis alumnos les firmo que no hay posibilidad de que no tengan un lugar si le ponen toda la energía. Creo en las leyes universales".

El peso del éxito
En tevé. Durante finales de los '80 y principios de los '90, Patricia Palmer protagonizó varios éxitos en televisión, como Dulce Ana y Regalo del cielo, que la llevaron a una exposición muy fuerte. "No viví bien la fama. Lo viví estúpidamente mal, lo tendría que volver a vivir. Me enojé mucho con eso. Y es una contradicción muy grande: venir a buscar eso y enojarte al mismo tiempo", piensa.
Hacerse cargo del éxito implicó para la actriz un trabajo de introspección: "Yo creo que cuando uno se enoja, en general se enoja con uno mismo. Me molestaba la vorágine del trabajo, no darme mis tiempos, no respetarme. Y de rebote, la ligaba el éxito, el periodismo o lo que fuera. Pero no extraño para nada esa época. Soy cero nostálgica. Creo que lo que pasó, pasó. Disfruto mucho este momento, porque a mí ser joven me dolió. Fui mamá de dos niños sola, perdí a mis padres, prefiero este momento de estabilidad."
Aunque todavía defiende los ideales de libertad con los que la crió su padre, Patricia Palmer necesita a sus hijos y nietos cerca. Tanto, que los tres viven en el mismo edificio. "Pero no es un amor cargoso, estamos ahí, por cualquier cosa, no nos invadimos."

un unipersonal de vuelo poético
Patricia Palmer interpreta no sólo a la reina Juana "La Loca" y a otros personajes históricos que pasaron por su vida, como Felipe "el hermoso". El poético espectáculo que no dura más de una hora fue escrito en verso por Pepe Cibrián y la puesta creada por el talentoso autor, actor y director brilla por el minimalismo. El unipersonal Juana La Loca, producido por Julieta Kalik, Angel Mahler y Santiago Zenobi.

Fuente: Tiempo Argentino

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