Varekai



La magia del Cirque du Soleil

A lo largo de casi tres horas, la compañía construye un espectáculo perfecto y desafiante. Sencillamente sublime.

Desde hoy y hasta el 23, Buenos Aires podrá volver a disfrutar del gran Cirque du Soleil, cuyas carpas están emplazadas en el Complejo al Río, en Vicente López.

Esta vez, la célebre compañía circense ha traído su espectáculo número 14, Varekai , que en la lengua tradicional gitana, el romaní, quiere decir “en cualquier lugar”.

En un formato más pequeño e intimista que otros, como Allegria o Saltimbanco , Varekai se despliega sobre una pista semicircular, una suerte de pasadizo que se extiende en las alturas, y un frondoso bosque al fondo.

El título del espectáculo hace referencia a un mundo mágico, sobrenatural, en el que todo es posible. Al comienzo, desde el fondo de largas cañas de bambú que remiten al shakespeareano bosque de Macbeth y da profundidad de visión, un grupo de criaturas mitológicas va poblando la escena, y de pronto, cae a la Tierra un ángel, blanco y solitario, y da comienzo a esta historia en la que todos los personajes gozan de poderes que ningún humano osaría soñar.

La música se nutre de ritmos de Europa del Este para producir una fusión con sutiles rasgos de jazz o tribales africanos, y acompaña, como es norma en la compañía, las destrezas de los artistas.

Danza georgiana, acróbatas que vuelan como pájaros, o que desafían hasta extremos impensables la ley de la gravedad, se entrelazan con los clowns y los cómicos para dibujar una línea dramática que nunca baja la tensión. A lo largo de casi tres horas hay movimiento continuo de música y de personajes: mientras unos realizan su número, el resto de las criaturas asisten tan atónitas como el público a la actuación central trepadas a las cañas de bambú, colgando del pasadizo en las alturas, desde la platea, o irrumpen desde agujeros en el piso repentinamente.

En el Cirque du Soleil todo es perfecto y desafiante. Esta gente tiene muy claro de qué se trata la belleza, y hace equilibrio en una compleja línea entre el minimalismo y la grandilocuencia con una delicadeza estética notable. La absoluta sencillez, el humor más naïf, la sensibilidad más fina construyen el corazón emocional del espectáculo.

En la estética de Varekai es evidente el rescate de las mitologías celtas y al mismo tiempo de las antiguas tradiciones circenses callejeras. Y hay personajes que enamoran particularmente a la platea, como un mago al que todo le sale mal y su ayudante, una preciosa gordita que se mete en el bolsillo a la gente, o la contorsionista, etérea y transparente, que es capaz de realizar su número sobre una finísima varilla.

La realidad, hay que aceptarla, es que las palabras jamás alcanzarán para describir lo que sucede en vivo. ¿Cómo explicar esa energía vibrante que se apodera del alma, o esa sensación de que, por un rato, se ha vuelto a ser un niño?

Varekai es, como todos los espectáculos del Cirque du Soleil, sencillamente sublime.

Fuente: Clarín

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