Una lágrima de María


El espíritu de Ariel Bufano revive en su viejo retablo

Juancito y María fueron los personajes emblemáticos de Javier Villafañe en sus andanzas de titiritero itinerante. Ariel Bufano los retomó en una suerte de homenaje en 1974, con Una lágrima de María , cuando ya estaba proyectando la creación del elenco estable que sería unos años más tarde el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín. Otras tantas décadas más tarde pone en escena esa misma obra Ariadna Bufano, hija de Ariel y de Adelaida Mangani, la actual directora del Grupo de Titiriteros.

A través de estas tres generaciones de titiriteros se sostiene la vigencia del tradicional títere de guante, con su impronta ágil, de caracteres claramente delineados y recurrentes efectos de sorpresa y humor. Pero también se plantea una renovación estética y conceptual. La versión que se representa en el Teatro Sarmiento, junto al Zoo, abre el escenario en dos retablos en los que brillan luces fluorescentes. En uno de ellos se ubica el hogar de Juancito y María, los enamorados. En el otro, el laboratorio del malvado científico Don Imperio Atómicus y su torpe ayudante Protonito. Entre ambos, un espacio para imágenes de video que contextualizan, pero también generan la síntesis de catástrofe y resurrección con que culmina la obra.

Una lágrima de amor es lo que precisa el sabio ambicioso para completar la fórmula que le permitirá construir la bomba con que podrá dominar el mundo entero. Pero es a la vez sólo el amor entre Juancito y María el que podrá superar esta amenaza destructiva y reconstruir un mundo mejor. El discurso setentista, opuesto a la amenaza nuclear y las políticas de las superpotencias, anima el texto, que arranca un tanto retóricamente, antes de entrar en los típicos toma y daca del guignol, siempre tan efectivos. El final, por el contrario, es un tanto abrupto, con desastre y el resurgimiento de la vida casi sin solución de continuidad.

Pero la lucha entre buenos y malos y el triunfo del amor son tópicos sin edad que se lucen en el juego de los títeres de guante. En particular los malvados logran darle un ritmo intenso y gracioso a la obra, con sus aparatos estrambóticos y su muda mascota, un pequeño hallazgo de la puesta de Ariadna Bufano. La música de Yoko Ono, Emerson, Lake & Palmer, John Lennon y Ástor Piazzolla conforma una banda sonora atractiva que realza la traslación de los títeres a los años 70. Pero para los chicos, probablemente más ajenos a las precisiones históricas, saca ante todo al retablo de su estética tradicional de un modo refrescante, sin abandonar su dinámica cargada de vitalidad.

Fuente: La Nación

Sala: Teatro Sarmiento, Avenida Sarmiento 2715 (sábados y domingos, a las 16).

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