Sacudir la lanza

La identidad de Shakespeare

Por cada genio artístico que nace, mil teóricos e investigadores viven de él. Entre ellos, Delia Bacon, autora y escritora norteamericana (1811-1859) que se hizo conocida por un trabajo en el que cuestionaba la autoría de Shakespeare, alegando que las obras atribuidas al Cisne de Avon, en realidad, fueron escritas por un grupo de eruditos, entre los que se contaban Francis Bacon, Walter Raleigh y Edward Spencer.

Convencida de esta teoría, ella viajó a Inglaterra con la idea de abrir la tumba de Shakespeare, en la iglesia de Stratford von Avon, porque argumentaba que allí se habían escondido las pruebas que fundamentaban su teoría. Tan obsesionada estaba que el vicario pensó seriamente en la posibilidad de complacerla, pero bruscamente Bacon decidió retirar su petición.

Hasta aquí la historia real, punto de partida de la obra de Alejo Beccar, que escapa del realismo para entrar en un clima espectral al colocar a esta mujer frente al espíritu de Shakespeare. Ahí está él, fuera de su tumba, para averiguar sobre la postura inquisidora de esta mujer que, 200 años después, viene a cuestionar la paternidad de sus obras.

En ese enfrentamiento, lo que predomina es el grado de importancia que puede tener la obra con referencia al autor. La defensa argumenta que un autor o varios autores no restan valor a una obra que trasciende y se proyecta en el tiempo para establecerse en las diferentes sociedades de todas las épocas y ser revalorizada como contemporánea. La acusadora, por su parte, se apoya fundamentalmente en el fraude moral que representa ser un testaferro literario y que, como sucede en todo engaño, debe exponerse para ser juzgado. Y éste es el planteo dramático, interesante, por cierto.

Con una resolución escenográfica acertada, se recrea el interior de la iglesia de Stratford-upon-Avon, donde realmente se encuentra la tumba del Bardo, y no es necesario mucho más porque el atractivo reside en un texto cuidadoso en el que se reelaboran, sobre todo, los argumentos que asume el dramaturgo inglés en su defensa. Diálogos concisos y concienzudos que avalan el antagonismo entre la inquisidora y el acusado.

Mucho tiene que ver la interpretación de Enrique Cragnolino y Mariana Hansen en la valorización del texto, donde ya desde la composición física se establecen las características de cada personaje, más allá del correcto vestuario. Un trabajo que señala una mano segura en la dirección de actores.

Sala: La Tertulia / Funciones: Sábados, a las 21

Fuente: La Nación

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