Romina Gaetani: Recordando con ira


Romina Gaetani: "¿Comehombres? Me gustaría ser devorada”

Se hace cargo de su fama de mujer fatal, pero asegura que tiene otros planes. El jueves pisó por primera vez las tablas del San Martín con “Recordando con ira”, obra para la que se tiñó de rubia. Cuenta su último viaje y su futuro en la televisión.

“Necesitaba cambiar, transmutar”. Y detrás de esta frase merodea lo espiritual, categoría generosa, manipulable. Romina Gaetani cuenta que trata de conciliarse con su imagen “sensual”, no por el afuera, sino porque la siente como un boomerang sobre el cual voló, pero que a la vuelta de los años siente el golpe en el plano íntimo. La actriz realmente es un bombón de TNT con mecha corta: estalla inesperadamente y te deja groggy. Desliza un “soy una persona extremadamente frágil” y clava sus ojos verdes, felinos, hipnóticos, casi con lagrimita de sentimiento. ¿Será el maquillaje? No importa. Y a los pocos minutos aplica la seguidilla “estoy sola, inventan rumores como cuando dicen que soy una mujer fatal, una comehombres. Más que comer, me gustaría ser devorada”. K.O. La sensualidad no es una cualidad física. En todo caso, una energía tan particular como inevitable. Y ella regula esos hilos.

Cuenta que viene de un viaje místico por el desierto de Sonora, Guatemala, y de una temporada en el Amazonas colombiano que la depositó en el teatro. Lo último había sido con Norma Aleandro, Cinco mujeres con el mismo vestido , hace siete años. Ahora por primera vez llega a la bacheada pista del San Martín. Lo hace con una obra de John Osborne, Recordando con ira . Teatro de –mucho- texto; dramaturgia inglesa, estrenada en los ´50, en el Royal Court londinense. Cosa seria.

Hablás de alejarte de mujer fatal y en tu primera escena planchás una camisa y un pantalón sucio, calzada por una media de toalla, ¿no es demasiado?

(Ríe) Sí, terrible. Lo de la plancha me encantó, porque resume todo lo que es Allison: una mujer que se deja pisotear por el hombre que ama y que eligió para casarse y compartir su vida. Ella es muy vulnerable. Cuando te llegan los personajes es porque de alguna manera, en lo personal, uno tiene que transmutar y cambiar cosas.

¿De qué dimensión hablamos?

Esto de dejarse comandar por un hombre, por tu pareja. Con Allison comparto la fragilidad. Ella se deja pisar mucho por su compañero, pasa por un maltrato verbal muy fuerte. Viví algo de todo eso.

Cuesta imaginarte en ese lugar.

Ah... Pero son cosas por las que pasé. Muchos consideran eso como algo imposible, porque me ven solo como una chica fuerte, sexual... Qué sé yo. Me considero alguien recontra vulnerable. Durante los ensayos, le conté a mi terapeuta que estaba con un coach para que me ayudara a llegar a mi personaje. Y ella me dijo: más que un coach, tenés que conectarte a tu historia y con eso ya tenés bastante. Vengo de un par de situaciones en las que me sentí pisoteada por personas muy queridas.

Hablamos de infidelidad.

Hace poco tiempo una de mis mejores amigas me recontra cagó.

¿En alguna relación de pareja?

Sí, también me pasó enamorarme de alguien que me apuñaló de la peor manera.

Pero hace poco contabas que deseabas tener tu familia, ser madre.

Sí, totalmente. Tengo la escuela de mi familia, mis padres siguen juntos de toda la vida. Soy muy familiera. Cuky y Carlos, mis viejos, son mis mejores amigos. También mi hermano, Leonardo. Somos una familia muy tana. Y deseo repetir eso. Soy independiente, pero me gustaría encontrar un compañero y tener una relación de confianza, amor, respeto.

¿Por qué te cuesta encontrar eso?

Porque soy una mujer franca, y cualquier hombre no se banca eso. Esas relaciones en las que uno se empeña en sacar algo del otro, o busca que el otro cubra un agujero propio, no me van. Prefiero abrirme. Quiero que mi pareja también sea un amigo, con quien me pueda reír, estar tranquila.

¿Qué lugar tendría lo erótico allí?

No es lo más importante que le puedo dar a una pareja. Tendrá que ver con los personajes que armé y que nada tienen que ver conmigo en la intimidad. Pero, ojo, me hago cargo de lo que vendí. No reniego para nada de todo eso.

¿Qué tipo de terapia haces?

Hace años estudio metafísica y hago una terapia transpersonal ligada a la meditación. Tiene que ver con la traducción de todo tipo de energías, con pensar para qué pasan ciertas cosas.

¿Cuál es la causa por la que estás ahora en el teatro?

Quise volver a las raíces. Hace mucho tiempo que no hacía teatro, me llegaron obras, pero eran muy televisivas y las rechacé.

¿Antes de esta obra sentías que venías en piloto automático?

No podría hacer eso, me domina la pasión y me entrego en todo lo que hago.

¿El San Martín todavía da un barniz de prestigio?

Sigue funcionando ese mito del prestigio, claro. A mí, más allá de eso, me da mucha felicidad estar acá. Haría esta obra en donde sea y significaría lo mismo. Además, encontrarme con Guillermo Arengo, a quién conocía de Herederos..., fue muy importante porque me ayudó mucho. Lo mismo que mis otros compañeros Andrea Bonelli, Esteban Meloni... (se tienta).

¿De qué te reís?

Es que antes de salir a escena me agarran nervios y ellos se me ríen en la cara de las cosas que hago.

¿Genera más ansiedad que la TV?

Sí, porque estás desnuda en el escenario. Hice poco teatro y las veces que me tocó, me enfrentó con mis dificultades y mis aciertos. Es como una radiografía.

En “Recordando…” estás bastante contenida desde lo gestual. En tus dos monólogos estás sentada, con acciones mínimas.

Es la primera vez que hago un monólogo. Me daba terror porque me gusta contar a través de la acción. Fue un desafío grande decirlo pelando una naranja o fumando un cigarrillo sentada en un sillón.

Miraba un ensayo general con público y se generan dos espectáculos. Uno lo que hacen ustedes en el escenario; otro con los comentarios y los gestos de los “colegas actores” como espectadores. ¿Pesa la mirada de tus pares?

Ni me importa. Me parece que en el mundo hay lugar para todos. Más que la presión de afuera, la primera mirada filosa es la mía. Me mato de entrada, pero no quiero dejar de intentar lo que quiero por más que me equivoque.

Fuente: Clarín

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