Manipulaciones III: El banquete

Estado de ira y barbarie

EI trabajo se llama Manipulaciones III: El banquete. Se lo presenta como una obra original de Gastón Mazières con fragmentos de El matadero , de Esteban Echeverría; y La refalosa , de Hilario Ascasubi.

La propuesta dirigida por Diego Starosta es un tanto perturbadora. Por un lado, hay algo irrefutable: despliega un código actoral de una potencia irresistible en el cual cada uno los actores están al servicio de una implacable maquinaria.

Alrededor de una mesa, damas y caballeros patricios celebran el centenario de la patria. En ese entorno comienza la representación (y la representación de la representación). Como suele suceder en mesas bien servidas, hay un empleado. A él le toca la peor parte. En verdad, a todos les toca la peor de las partes porque el estado de ira es lo que se apodera de un festejo bien nacional plagado de palabras bien intencionadas.

Claro que más allá de la ajustada maquinaria escénica, y aquí volvemos al principio, quizá no sea del todo claro qué nos propone como reflexión este nuevo montaje de la Compañía El Muererío Teatro que, con esta pieza, cierra un tríptico iniciado en 2009 .

En una nota, el mismo Starosta, el gran manipulador de esta maquinaria, puso en caja el asunto. Dijo: " Manipulaciones III es una aproximación teatral a la confrontación cultural, social y política que ha signado toda nuestra historia y que puede sintetizarse en la fórmula acuñada por Sarmiento de la lucha entre la civilización y la barbarie". Desde esa perspectiva, representarla en la actualidad genera ecos inevitables porque hablar de la confrontación (o confrontar en sus múltiples formas) parece estar en boga. De todas maneras, puede resultar un tanto exagerado comparar los momentos históricos de la obra (se la época de unitarios y federales como la de la Generación del 80) con la actualidad. Sin embargo, esta simple hipótesis parece reafirmar una línea de debate que el mismo trabajo promueve. De hecho, la última función de El banquete se realizó al mismo tiempo que una manifestación se hacía oír. Podrá ser una asociación forzada, azarosa, menor (o lo que quiera); sin embargo, en esa zona de lo difuso y de lo preciso es que El banquete hinca el diente.

Tanto en lo dramatúrgico como en lo que constituye el trabajo actoral, la propuesta manipula textos y signos internos con suma potencia. En términos interpretativos, quizás en algunos pasajes convendría disminuir un tanto el ritmo y la intensidad para potenciar aún más las múltiples formas en que la violencia se apodera de la acción.

A esta compacta construcción hay que sumar un trabajo compositivo, tanto en lo visual como en lo sonoro, que enriquece el perverso juego dialéctico de aquellos que hablan en nombre de la civilización.

Fuente: La Nación

Sala: El Camarín de las Musas.

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