Jack y las semillas mágicas


Gigantes y plantas mágicas

Los campesinos bailan alegres cumpliendo sus tareas. Entre ellos se perfila el enamoramiento de un joven que vende sus naranjas en la aldea por una de sus clientas. Pero no todo es felicidad, las cosechas son magras y para colmo el gigante que se revela como causa de la sequía rapta a la muchacha para tenerla de sirvienta en su palacio en las nubes.

Con esta inclusión de una historia de amor arranca Jack y las semillas mágicas, una versión en clave de comedia musical del cuento popular inglés sobre la planta gigante que permite al protagonista robarle al gigante su gallina de los huevos de oro y, en este caso, rescatar también a su joven enamorada. La historia, que entre sus múltiples versiones tiene una de cine de animación realizada por Walt Disney y protagonizada por Mickey Mouse en 1947, es sencilla, aunque plantea el desafío escénico de los dos niveles en que se desarrolla: el realista de la vida en la aldea a ras de suelo y el del fantástico mundo del gigante en las nubes. Entre ambos, la planta mágica de habichuelas que los conecta.

La puesta de Federico Herrera resuelve a medias la cuestión. Plantea dos escenografías claramente diferenciadas, que se alternan mediante apagones de transición un tanto prolongados -en alguna ocasión eficazmente salvados por monólogos del farsante vendedor de las semillas-, y mantiene al gigante fuera de escena, como una amenazante voz en off. La planta, de lograda estructura, insinúa el tránsito hacia y desde los cielos.

Pero más que en esta resolución del doble escenario de la acción, se presenta en Jack y las semillas mágicas en general una falta de carnadura en la trasposición de la historia en su conjunto al lenguaje de la comedia musical. Las coreografías y las canciones, dentro de cierta corrección -aunque con algunos problemas de afinación en partes solistas- se desarrollan con impatía, pero podrían aplicarse a cualquier trama por igual. El cuento parece antes bien una excusa para subir a escena algunos cuadros musicales, en lugar de exhibir a la comedia musical como el lenguaje apropiado para narrar esa historia en particular.

Algunas apelaciones a la participación del público infantil no apuntan más que a la confirmación del desarrollo pautado ("¿lo voy a buscar?", pregunta Jack). Los toques de humor alternan entre la simpatía de la vaca canjeada por las semillas mágicas, la eficacia un tanto estereotipada del estafador finalmente burlado y la incoherencia de la tonada y costumbres norargentinas de la madre de un protagonista llamado Jack y enamorado de una Daisy, más a tono con la tradición inglesa del cuento original.

Fuente: La Nación

Sala: Teatro El Cubo, Zelaya 3056. Funciones: sábados, a las 16.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andrea Gilmour

Susana Torres Molina: Estática

Chamé Buendia: Last Call-última llamada