Diva

El amor, ese mal necesario

En La Comedia, un rincón abandonado se hizo presente y ahí, ahora, funciona una pequeña sala preciosa. Un sector que mantiene intactos aquellos objetos como una araña en el techo, unas puertas señoriales, un piso antiguo impecable, alfombras, de todo. De esta forma, Gerardo Bergerez se apropia de este espacio y lo aprovecha para recrear una especie de trastienda de un teatro. Lo llena de vestuarios, plumas, perfumes, que sumados al nombre de la obra nos adelanta que lo que veremos a continuación se trata de algo por lo menos ligado al teatro mismo.

Un hombre espera en una silla. Está incómodo, tenso, tiene miedo. Está vestido de gala y tiene una flor. Por fin llega ella (Marcelo Iglesias), entra como una diva, de las de antes, de esas vestidas con batas blancas, despampanantes, seguras de sí mismas, aunque sea en su aspecto externo. Hace tiempo que no se ven y el encuentro es extraño. Muestran una confianza que transciende el tiempo, pero un dolor que está intacto.

Hace muchos años ya, aturdida por el amor enfermizo que sentía por él, provocó un incendio en un teatro con el fin de matarlo junto a su amante. No lo logró, está claro, pero sí dejó en él secuelas de todo tipo. Quedó prácticamente mudo, apenas susurra y eso posibilita el crecimiento actoral del personaje femenino que encarna Marcelo Iglesias. Es una suerte de monólogo acompañado por escasas intervenciones, miradas, gestos, una voz suave casi imperceptible, pero por sobre todas las cosas esa presencia del que fue su amor, o tal vez lo siga siendo, que la perturba. Ambos se miden, ya no saben de qué son capaces. En esa ambigüedad, ella le pide perdón, al tiempo que deja claro que es capaz de volver a intentar el asesinato. Esta vez, quizá, por qué no, con ella misma adentro. Él por momentos quiere escapar, pero no lo hace. ¿Sería mejor morir en sus brazos que escapar sin ella?

Una obra hilarante y con humor negro, que trata el tema de la necesidad del amor aun cuando no se sabe bien de qué se trata, aun cuando no se sabe amar, aun cuando se vuelve enfermo. Ambos se necesitan y por eso se padecen y se maltratan. El aceptar el maltrato, quedarse ahí esperando tal vez a la mismísima muerte, pero no poder escapar de ese vínculo.

La música aparece por momentos y la diva canta, se despliega. Las actuaciones, sobre todo de Marcelo Iglesias, muestran gran oficio. Es una buena idea, aunque por momentos se vuelva repetitiva y circular.

Fuente: La Nación

Sala: La Comedia, Rodríguez Peña 1062. Funciones: viernes, a las 21. 

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