Borges

Entre el ser y el querer ser

Rodrigo García de amplia producción teatral, es un director y dramaturgo argentino, radicado en Madrid, una de cuyas obras ("Borges") se presentó, el año pasado, en forma de díptico con "Muñequita o juremos con gloria morir", de Alejandro Tantanian, enraizadas profundamente con el tema de lo argentino. Esta vez "Borges" se presenta en forma independiente.

Con la sola presencia de una mesa con tiras de carne y una luz plana, la figura de un hombre joven con delantal asume un violento monólogo en que, de alguna manera, confronta la dualidad entre el ser y el querer ser, donde los héroes se transforman en víctimas y terminan por convertirse en escritores admirados, pero con compromisos cuestionables.

NEGOCIO FAMILIAR

Para este muchacho, que debió refugiarse en el negocio familiar de la carne, a pesar suyo; su admirado Jorge Luis Borges, puede transformarse en odiado, ante la imposibilidad del que fuera adolescente y poeta y quisiera imitarlo, de alcanzar algún logro literario.

El monólogo de Rodrigo García, desorbitado a la manera de Néstor Perlongher, metaforiza lo mejor y lo peor de aquel que resentido comprende que sus esfuerzos por acercarse a lo admirado serán vanos y que ni siquiera su lenguaje le será traducido. Como el chico que rompe la caja mágica al no poder abrirla, este muchacho que ahora provee de carne a un barrio bonaerense, escupe lo admirado y cuenta que la vida lo obligó al exilio, sin saber que, parafraseando a Sor Juana, "lo peor de moverse es que siempre te llevas contigo".

EL ESTALLIDO

En un estallido irracional, por momentos cruelmente humorístico, el protagonista sintetiza la historia con la imagen primaria de la deglución de lo admirado, convertida en única forma de alimento posible.

La potencia del texto encuentra un director (Juan Carlos Fontana) y un actor ideal (Darío Szraka) para su furor pocas veces contenido. La marcación actoral concentra la violencia no solamente en la voz y el cuerpo del protagonista, sino en todo el cuadro escénico, recortando sobre el fondo negro con luz fría, la figura y sus instrumentos de trabajo, la mesa, la cuchilla y la carne. Ningún objeto atempera la desnudez del espacio, ni la dota de calidez.

Si uno piensa en el carnicero de la notable "Anima Buenos Aires" (filme de María Verónica Ramírez), una pequeña radio, un almanaque colorido dan calidez a su carnicería. Esta, por el contrario, tiene la desnudez de una sala de cirugía. Las manchas de sangre sobre el delantal blanco completan el cuadro.

Un estupendo actor, Dario Szraka, de gran dominio corporal y vocal, sintetiza sensiblemente un personaje aparentemente rebelde, que canaliza a través del grito y la irracionalidad una actitud de evasión e impotencia.

Fuente: La Prensa

Templum (Ayacucho 318), sábados, a las 20.

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