Puro papel pintado

Puro papel pintado

Con unas pocas palabras introductorias, una escenografía perfecta y un vestuario que hace juego, nos arrojan directamente a los años 50. Hablan de Hugo del Carril y de la espera de una muerte. Todo nos indica que estamos en una redacción y que esa pronta noticia parece fundamental para el país y para todos. Hay gran agitación, nervios, angustias, alegrías, de todo un poco. Van a esperar esa noticia y aplazar los tiempos de cierre de ese diario. Con todos esos datos, no cabe duda de que se está hablando de la inminente muerte de Eva Perón, y que entonces estamos en 1952. Por la radio suena esa tan escuchada grabación de aquel 26 de julio a las 20.25, en la que un locutor anuncia la noticia.

Muchos personajes en escena, llegan a ser diez por momentos, se chocan, conversan, todo resulta caótico. Las presentaciones de cada uno de ellos vienen en cuotas: quién es quién, qué roles ocupan. Poco a poco, y con una maestría impresionante, Francisco Lumerman, el director de la obra, nos va aclarando el panorama. Dentro de esa redacción, diferentes grupos complotan y entonces nos encontramos con peronistas y evistas (que forman parte del absurdo partido político PMP: partido muy peronista) que están dispuestos a dejar todo por su causa, pero también con detractores que buscan otros objetivos, incluso planean atentados.

Hasta aquí podría ser el argumento de una obra cómica, muy divertida y con enredos múltiples, pero no se queda ahí. En un giro ingenioso, nos acerca al presente, al año 2002, y esa redacción, idéntica pero con un cambio, sutil pero fundamental, de luces se convierte en un set cinematográfico. Cincuenta años después de la muerte de Evita, y de un hecho "real" que sucedió en ese diario unos días después del deceso, se está preparando una película que narra aquellos hechos. De esta manera, la obra pivotea en estos dos tiempos con gran ingenio y originalidad. Unos personajes son los encargados de este ir y venir con una vuelta de guión llamativa.

Tratándose de una obra que tiene que reconstruir un tiempo pasado, el trabajo escenográfico es potente; los peinados, el vestuario, los objetos, todos los elementos están en función de aquellos años 50 y se logra de maravillas. Sin embargo, las actuaciones también siguen esta línea. Con un marcado trabajo de investigación, los personajes con sus gestos, sus movimientos, sus tonos y sus palabras van marcando los tiempos pasados y presentes. Las luces, frías para el presente, y más cálidas, para el pasado, ayudan a llevar adelante la trama.

Una comedia, por momentos absurda e hilarante, que nos divierte y nos lleva por un rato a aquel momento histórico tan importante que por estos meses se ha resignificado tanto.

Sala: Teatro Anfitrión, Venezuela 3340 / Funciones: los domingos, a las 18

Fuente: La Nación

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