Patricio Contreras: Cenizas


"El teatro no es psicodrama"

El popular y talentoso actor acaba de estrenar en el Teatro Regina la obra Cenizas. Sus definiciones sobre el mundo artístico donde se desenvuelve.

Las veces que Patricio Contreras intentó hacer otra cosa que no fuera actuar, probó con pintar, escribir y sacar fotografías. Pero enseguida se dio cuenta que ninguna de esas profesiones era su vocación. "Intenté escribir, pero obviamente no soy escritor, porque si lo fuera no podría parar, así como me doy cuenta que soy actor porque no puedo dejar de actuar", dice el artista que nació en Chile, pero que eligió la Argentina para formar su familia y desarrollar una carrera que lo incluyó como referente de grandes películas nacionales, como No habrá más penas ni olvido, Cuarteles de invierno y La historia oficial.
Con más de 40 películas y otras 30 obras de teatro –y algunas participaciones clave en televisión–, Contreras se casó con la actriz Leonor Manso y tuvieron una hija, Paloma, que se dedicó al mismo universo artístico, casi inevitablemente. Viene de hacer una temporada en el Konex con la actriz Malena Solda en la obra Blackbird, donde interpretaba a un hombre que se enamoraba de una menor de edad y se fugaba. Ahora vuelve al teatro con la pieza Cenizas para contar otra historia de amor que, como en el espectáculo anterior, implica una gran transgresión social. Escrita por Neil LaBute –el autor de la famosa pieza Gorda–, Contreras vuelve al teatro de la mano del director Alejandro Tantanian, con quien ya conformó una dupla creativa en la que se siente muy cómodo.

–¿Qué es lo que más te interesa de Cenizas?
–Es un unipersonal, y creo que parte de su gracia es que muestra lo artificioso del teatro. Hay una escena que representa un velatorio, donde aparece un actor que es Patricio Contreras, que dice ser el alma de ese personaje y le habla al público del Teatro Regina. Hay una cantidad de convenciones que se le proponen al espectador, como cantar o hablar desde un micrófono como un stand up. El espectáculo plantea la idea de que esto no es la verdad; no es la realidad. El teatro es una mentira acerca de la realidad, y que nos habla de la realidad, nos habla de la mentira, de la enfermedad, del amor, de la trascendencia, de todas esas cosas, pero que nos muestra el artificio. A mí me gusta señalar, como actor, el artificio teatral. No porque le haga un guiño al espectador o por hacerle una sonrisa, sino que me gusta mostrar una escena conmovedora, real, verosímil, pero que tenga algún signo de que es teatro. Porque si no se transforma en una especie de psicodrama. Pero el teatro no es psicodrama. Cuando alguien ve un cuadro pequeño con un paisaje, uno sabe que no cabe, por ejemplo, ese paisaje de Van Gogh en un formato tan pequeño, y uno sabe que eso no es tamaño de lo real; está viendo una síntesis. Sabe que es una pintura, ve el trazo, la pincelada, el espesor del óleo; no es una fotografía. Parte de la gracia de los impresionistas, como Manet, Cézanne o Renoir, es ver la pincelada, el ímpetu del ñato con el pincel o la espátula. Entonces no es solamente una manzana bien coloreada e iluminada, sino que ahí se ve un temperamento. Está la manzana, pero también está el hombre. En un personaje, también está siempre el actor que interpreta ese personaje.
–¿Pensás que mostrar el artificio del arte puede ir en contra de quienes buscan crear ideas verosímiles para generar un impacto en el público?
–No creo que estas ideas vayan en contra de quienes le asignan un poder transformador al arte. El teatro que más ha intentado cambiar la realidad es un teatro político, panfletario, didáctico, pero yo creo que el teatro siempre es político, aunque sea un absurdo. Por ausencia o presencia, siempre es político. El teatro no puede cambiar la realidad, pero sí puede dejar una huella en las personas. Una huella en la memoria. Es muy raro imaginarlo pero ocurre; hay gestos, tonos de voz, una mirada, que quedan en la memoria de la gente. Yo he escuchado a personas que se acuerdan de cómo cortaba el pan Pedro López Lagar en los años '50, cuando hacía Panorama desde el puente. No creo que el teatro cambie la realidad, pero sí ayuda a mejorar a la gente. Eso lo hace el arte en general, queda en el espectador esa mirada, ese gesto, ese tono. Todo lo que contribuye a enriquecer el alma, la existencia, es bueno. El teatro es un juego que está destinado a conmover. Igual que la música. Yo escucho a Goyeneche cantando "Garua" y se me ponen los pelos de punta. No sé para qué me sirve, pero me hace bien al alma. Con el teatro pasa lo mismo: cada uno en su territorio, el teatro tiene esa experiencia vital, de que nunca se repite. Es una cuestión única cada función.
–Por eso el teatro no va morir nunca.
–El teatro no va a morir nunca porque contar historias está en la base de nuestras vidas gregarias. Juntarnos alrededor del fuego, espantar los demonios, divertirnos, entretenernos, contar chismes, hablar mal de los otros. Por eso está Las mil y una noches, ese homenaje a las historias, que se pueden ir abriendo y abriendo. Las historias son inagotables, como inagotables son las vidas de los hombres.
–En Blackbird te tocó interpretar a un hombre que se enamora de una menor de edad. Y ahora afrontás un unipersonal sobre otro hombre que tiene un vínculo con una mujer que no es avalado por la sociedad. ¿Hay un hilo conductor en la temática?
–En esta obra también hay una transgresión enorme. Yo le digo a Tantanian que lo próximo que tenemos que hacer es el Pato Donald, que de por sí tiene una vida rara con esos sobrinos: no sabemos dónde están los padres, por qué andan siempre con el tío… (risas) Creo que sin querer nos hemos metido con autores que proponen hablar de temas ignorados por la sociedad. Antes también trabajé en la obra Aniquilados, dirigido por Leonor Manso y escrita por Sarah Cane, quien viene de un movimiento que se llama "In Your Face" ("En tu cara"). Creo que estas obras son también de ese movimiento: tienen elementos que apuntan a mirar los costados más inquietantes, secretos, oscuros y que menos nos animamos a mirar. Son los tabúes, como la pedofilia, el incesto, la relación entre un mayor y una nena. Son pulsiones que sabemos que conviven con nosotros y estos autores las quieren mostrar para ver qué pasa. Esto no quiere decir que sea un "viva la pepa" y que estas obras sean una invitación a transgredir estas cuestiones. Pero, en definitiva, el hombre es un proyecto, es algo que no está terminado. Entonces, incluso eso que nos parece abominable desde el punto de vista de los valores y los principios, el día de mañana podría cambiar, porque el hombre es un proyecto que no tiene fin. Los valores son culturales, son adquiridos, nadie dijo "esto debe ser así". No está mal que miremos esas pulsiones para conocernos mejor. Ya sea para confirmar que está bien cómo actuamos o para reforzar ciertos valores.
–¿Tenés que evitar juzgar a tus personajes?
–Hay cosas que no soportaría, como que el día de mañana esté avalado el incesto. Pero, por ejemplo, hace poco se inscribió a un niño en el registro civil con dos padres, que lo concibieron en un vientre alquilado. Eso hace dos o tres décadas hubiese sido inimaginable. Así como la biogenética y la ciencia avanzan y la gente se llena de relleno la cara, el culo, las tetas... Y hay uniones nupciales entre personas del mismo sexo, son cosas que va permitiendo la ciencia. Y la cabeza también se va abriendo. No sé si para peor o mejor, nunca se sabe. Pero el hombre tiene libre albedrío. Y en el teatro justamente podemos ver estas pulsiones, decir "esto existe", "esto convive con vos". Claro que no nos gusta mirarnos en ese espejo y decir "vos también sos envidioso", "vos también sos tacaño". Yo no hago una identificación entre el personaje que represento y la persona que soy. Por eso mismo creo que es sanador el teatro, porque en escena uno puede ser un pedófilo y eso es un juego, y si lo hago bien, además, me aplauden. No sólo no me condenan, sino que me aplauden. Esa fantasía es liberadora. Es sano.  «  

El unipersonal

Acerca de Cenizas. Dice Contreras que no es fácil hacer un unipersonal y sostener durante 85 minutos una historia con un solo actor en escena. Por eso, dice, el autor es clave: "El unipersonal ya es un engendro, es un forzamiento de la propia naturaleza del teatro, que es el antagonismo: el protagonista y el antagonista, el conflicto, el litigio, la lucha. Conseguir eso con un solo actor en escena no es fácil. Pero este autor, LaBute, consigue una narración muy ágil, casi cinematográfica, con mucha imagen y con un desarrollo que no es consecutivo en el tiempo. Es un escritor estadounidense, que es muy distinto a que si lo hubiese escrito un alemán, que son más densos en lo filosófico, en el pensamiento, hay un mayor cultivo de las ideas. Pero un autor norteamericano nunca pierde de vista que es un espectáculo. Y que el espectáculo debe entretener, debe hablar de la muerte, de la trascendencia, de lo que nos obsesiona a los hombres, de las debilidades, pero que a la vez debe entretener. No digo que los autores europeos no lo consigan, pero el norteamericano tiene en su ADN la idea de que el teatro es un espectáculo que debe entretener."

trabajar con su hija Paloma

La última experiencia en televisión de Patricio Contreras fue en la novela El Elegido, donde interpretó al padre de Pablo Echarri y su familia en la ficción era la misma que en su vida real: Leonor Manso (su ex esposa) y Paloma Contreras (su hija). "Fue una experiencia mucho más allá de lo artístico, fue un trabajo humano emocionante. Estoy muy orgulloso y feliz con mi hija. Paloma está eligiendo un trayecto que está orientado a ser consecuente con el teatro. Más allá de que ha hecho cine y televisión. Una cosa es entrar a la actuación por el teatro y otra por el cine o la tevé. El teatro es una cosa integral, está el concepto, lo plástico, la poesía, la música, la presencia", dice.
Contreras reconoce que su hija casi no le pide consejos. "No la aconsejo. Ella no quiere saber nada. Cuando quiere saber algo, lo pregunta. Pero en general no, se defiende muy bien. Para construir un personaje, habla más con la mamá, por una cuestión de género probablemente. Le interesa escucharnos, pero hasta ahí, no quiere que la invadamos con opiniones o pareceres. Toma lo que le sirve, pero con razón porque tiene dos padres reconocidos y ella se quiere defender de esa presión."

Alejandro Tantanian

Un director nada guitarrero.
Primero fue Blackbird y ahora Cenizas. A Patricio Contreras le gustó tanto trabajar con el director Alejandro Tantanian, que ya proyecta una tercera obra de teatro.
"Se trabaja muy bien con Alejandro. Tiene una enorme intuición teatral, es muy claro, no es nada guitarrero, porque hay directores que te llenan de palabras. Es muy expeditivo. Tiene una manera de trabajar muy ágil. Es entretenido. Entiende que el teatro es un juego. Como director de actores, en particular, tiene la gracia de que es cantante y como la actuación en definitiva es música, es muy importante que el director tenga un buen oído. Para esta obra, Alejandro creó un mundo espacial, donde sin arbitrariedades ni forzamientos, hay una gran fluidez. Cada escena está muy bien delimitada. Por su formación musical, tiene noción de los ritmos, de intensidades, de velocidades diferentes. Por eso, con un solo actor, la obra no se hace ni densa ni pesada", explica.

Fuente: Tiempo Argentino

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