Lalá y el toque toque


Lalá y el toque toque

Karina Antonelli y Osvaldo Belmonte encabezan un recital a puro lenguaje teatral

De manera muy distinta, tanto Rubias de New York, de Gardel y Le Pera, como Il Sorpasso de Riz Ortolani llevan incorporada una buena cuota de humor, de alegría musical. El dúo Lalá, formado por Karina Antonelli y Osvaldo Belmonte, lo redescubre para el público infantil. Y agrega una dosis de temas de Pepe Iglesias "El Zorro" para sacar de la galera Lalá y el toque toque. La presencia de una radio antigua de la que se escuchan algunas referencias introductorias rinde homenaje a aquellos maestros de décadas lejanas. Algún tema propio de Antonelli-Belmonte completa el programa, entre ellos "La bailarina", que les permite llevar al límite la intensidad dramática de la danza de una pequeña muñeca articulada, cuyos movimientos parecen emerger directamente de la música.

Sutilmente plantado en el borde entre lo puramente musical y el juego teatral, Lalá y el toque toque es más que un recital y no menos que un espectáculo con trama argumental. Sólo que el hilo lo va llevando aquí la música, tratada con humor, con alguna insinuación de personajes, pero sin perder nunca de vista que el eje es el sonido musical. El trío que conforman Karina Antonelli, como voz protagónica y versátil maestra de ceremonias, Osvaldo Belmonte, desde la dirección musical llevando el piano, y Luciana Zylberberg, con una mirada externa para poner a punto la puesta en escena, tuvo la inteligencia de acotar el desarrollo de la comicidad hasta el punto justo en que realza la musicalidad, sin taparla. La excelente banda conformada por violín, contrabajo, banjo, clarinete y percusión sale incluso así de una ubicación cercana al telón de fondo, para lograr un destaque de cada uno de los músicos y a través de ellos de su instrumento.

Cómodamente instalado sobre el amigable escenario a ras del suelo de No Avestruz, el espectáculo podría sostenerse sin perder su poder de llegada aun en una sala de mayor capacidad. La interacción entre la cantante y el pianista, pero también de cada uno de ellos con los músicos de la banda, entrelaza las líneas musicales que lleva cada cual, de modo que se convierte imperceptiblemente para los chicos en un correlato visible del en sí abstracto contrapunto de las partituras. Es decir, el juego, la broma, es más que eso: es un juego, una broma musical.

Fuente: La Nación

Sala: No avestruz, Humboldt 1857 / Funciones: sábados, a las 17.

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